Por Sergio Acevedo.

La eventual salida de senador Amable Aristy Castro de las filas del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), sería un grave error que marcaría el inicio del proceso de decadencia de su liderazgo, hasta el punto de extinguirlo debido a que la historia se ha encargado de demostrar que todo su bagaje político ha sido creado y consolidado desde la plataforma del reformismo, aunque nadie podría negar sus aportes personales en materia personal y de carisma.

Por Sergio Acevedo.

La eventual salida de senador Amable Aristy Castro de las filas del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), sería un grave error que marcaría el inicio del proceso de decadencia de su liderazgo, hasta el punto de extinguirlo debido a que la historia se ha encargado de demostrar que todo su bagaje político ha sido creado y consolidado desde la plataforma del reformismo, aunque nadie podría negar sus aportes personales en materia personal y de carisma.

Amable Aristy Castro es un dirigente querido y apreciado por todos los reformistas, desde el presidente Quique Antùn, hasta el más humilde dirigente del más recóndito paraje del país. Ese respeto ha estado íntimamente vinculado a su identificación con el partido, con su líder histórico, con los símbolos de la organización, con su gente, porque es preciso reconocer que las páginas más hermosas de la historia del PRSC ha sido escrita por un notable grupo de reformistas del cual Amable Aristy y Quique Antùn han desempeñado roles estelares.

Su trabajo incansable, su amor hacia el partido, su identificación con la gente pobre, su sensibilidad personal y su humanismo cristiano, son prendas que siempre han brillado en su talante político y que le han configurado una participación estelar en la vida del partido, consolidando su liderazgo y procurándole victorias sucesivas a su partido desde el año 1982, cuando ingresó al Congreso de la República como diputado e inaugurando, a partir de esa fecha, un liderazgo portentoso que ha trascendido a su provincia, hasta llegar a ser candidato presidencial del PRSC, honor que ostentan pocos dominicanos en el partido.

El error de Amable está en que abandonar el PRSC en la actual coyuntura, sin que exista una razón política que justifique esa decisión, es una aventura que en estos momentos amenaza con lanzar por las bordas todo ese acervo de triunfos que el senador ha acumulado en su larga vida política, lo que debe invitarlo a reflexionar serenamente con relación al tema, porque la verdad hay que decirlo, la historia ha demostrado fehacientemente que todo el que abandona su partido para ingresar a otro proyecto político, apenas se va con sus colaboradores más cercanos, los que luego del fracaso retornan a su partido.

Ese fenómeno se ha dado en todos los partidos, incluso entre grandes líderes,  como son los casos del profesor Juan Bosch, quien apenas pudo llevarse a su renuncia del PRD a un pequeño grupito de intelectuales fanatizados con sus prédicas, y le sucedió a Jacobo Majluta, Hatuey Decamps, Eduardo Estrella y otros. Amable es grande y siempre lo será, mientras se mantenga en su partido, no debe dejar su familia política para involucrarse en un proyecto con un líder sin presente y mucho menos futuro.

Donde Amable es grande es en el PRSC, es querido, apreciado y reconocido en sus méritos como un titán que ha esculpido su nombre y su imagen en un partido que está en un momento estelar de su historia, un partido que está inmerso en un proceso acelerado de renovación y cambios, un partido que desde una nueva plataforma ha estado convocando a los jóvenes, a las mujeres, a la sociedad civil y al pueblo en general, a que participe en el diseño y aplicación de un nuevo modelo de gestión que nos involucre más con el pueblo y que nos haga testigos estelares, representantes y promotores de las demandas nacionales.

Ese proceso es irreversible, porque está consustanciado con el espíritu y las ansias de los reformistas de tener un partido independiente que concurra a las elecciones con candidatos propios, un partido que se encamina aceleradamente a convertirse en el más digno interprete los anhelos populares, lo que le confiere un espacio estelar en la dinámica política del país, caracterizado, singularmente, no solo por la debilidad que se advierte en el sistema de partido, sino también por el desprecio que siente la ciudadanía hacia ese modelo de organización social, sin lo cual sería imposible el logro de una democracia operativa.

El lugar de Amable es su partido, lugar donde es querido y respetado, ninguna otra plataforma le ofrecerá el ambiente adecuado para que su liderazgo se mantenga y crezca. Amable tiene que unirse a los principales líderes reformistas, encabezados por Quique, su amigo de toda la vida, para que entre todos construyan el nuevo reformismo, el que soñó Balaguer y el que quiere el país para hacer la revolución sin sangre.