Volver al respeto a la ley

Volver al respeto a la ley

Por: Danilo Ginebra

[La verdadera libertad no desafía la ley: la ennoblece.]

“La civilización no se salva con discursos, sino con conducta.”  José Ortega y Gasset 

El país sin cauce

En estos tiempos en que la desconfianza se ha vuelto idioma común y la ley un papel que pocos leen y menos cumplen, urge volver al respeto que da forma a la libertad.

En la República Dominicana hemos confundido la libertad con la impunidad: el derecho a hacer sin el deber de responder.

La ley, ese acuerdo invisible que sostiene la convivencia, se ha vuelto ornamento de discursos: se cita cuando conviene y se ignora cuando estorba.

Y cuando la ley se convierte en adorno, el alma de la nación se enferma. De ahí brota la corrupción que corroe instituciones, conciencias y sueños.

La ley como raíz de la convivencia

“La cultura no se improvisa; es obra de generaciones que aspiran, trabajan y se disciplinan.”—Pedro Henríquez Ureña

La ley es disciplina interior que moldea el carácter de los pueblos. No es obstáculo: es cauce.

Donde no hay norma, reina el capricho; y donde reina el capricho, la libertad se deforma.

Cumplir la ley no es someterse, sino reconocerse parte de un orden moral que protege a todos.

El ciudadano que la cumple por conciencia —no por miedo— eleva el espíritu del país.

La ley, cuando se vive, educa. Nos enseña a convivir sin herirnos, a entender que mi derecho termina donde empieza la dignidad del otro. Respetar la norma es una forma de amar.

La ley auténtica no nace del miedo al castigo, sino del amor al orden justo: recordatorio de que no todo lo permitido es digno, ni todo lo legal es moral.

El país sin consecuencia

Vivimos en una república donde la infracción se ha vuelto costumbre.
Todo comienza con promesas de campaña que nadie cumple y termina con la corrupción que todos toleran.

Las leyes de tránsito son papel mojado; los motores cruzan en contravía, los semáforos son sugerencias y los guardianes del orden miran hacia otro lado.

Las bocinas rugen, las mentiras oficiales se multiplican y las propinas sustituyen la justicia.

Pero el desorden más grave nace del alma permisiva que ya no teme la sanción.
La corrupción no es un accidente: es la consecuencia directa de la ausencia de castigo.
Cuando el funcionario no teme la ley, deja de respetarla.

Los que juran servir y terminan sirviéndose; los congresistas que legislan para blindar privilegios; los empresarios que se enriquecen de las grietas del sistema: todos son el espejo de un país donde el éxito se mide por la trampa y el “tigueraje” se celebra como talento nacional.

De los que saquearon la nación nacen los que hoy caminan erguidos, olvidando el origen de su fortuna.

El delito envejeció con prestigio, y mientras no se le nombre por su nombre, seguiremos presos del cinismo. Cuando la corrupción se hereda, la vergüenza desaparece.

La lección de Singapur

Singapur comprendió una verdad elemental: no hay progreso sin orden moral.
Allí, la ley no es castigo, sino orgullo.

Nadie ensucia la calle ni desafía un semáforo porque hacerlo sería traicionar algo más grande que el miedo: la dignidad compartida.

No fue la riqueza lo que los transformó, sino la voluntad. La disciplina se volvió cultura, y la cultura, prosperidad.

Mientras en Singapur la vergüenza social es justicia, aquí la impunidad se disfraza de astucia.

Allí el orgullo nace del cumplimiento; aquí, de la trampa. Por eso el progreso no nos alcanza: aún no entendemos que la moral también produce riqueza.

Cómo recuperar el respeto

El respeto no se impone: se siembra en la conciencia, con régimen de consecuencias para todos.

Comienza en el hogar, se cultiva en la escuela y florece cuando el ejemplo viene desde el poder.

No hay ley que eduque si el ejemplo contradice su palabra. Un presidente que respeta la norma enseña más que mil discursos. La autoridad no se impone: se gana con conducta.

No bastan leyes justas si quienes las encarnan viven de su excepción. La educación cívica debe volver al corazón de la nación.

Así como se celebran las obras materiales, celebremos cada gesto de civismo, cada maestro que enseña respeto, cada ciudadano que honra su palabra. Reconstruir la ley es reconstruir la conciencia del país.

La ley como reflejo del alma nacional

No soy jurista, pero sé que sin ley no hay patria, solo territorio. La ley es respiración del orden y espejo de la conciencia pública.

Un país que respeta sus normas no necesita más policías, sino más ciudadanos con sentido del deber. El respeto verdadero no se impone: se inspira. Y solo una nación que se respeta a sí misma puede llamarse libre.

La patria interior

Algún día, cuando el ruido se apague, la historia no nos juzgará por las obras que hicimos, sino por la honestidad con que las levantamos.

Los pueblos que perduran no son los que más leyes tienen, sino los que más las honran.
Porque la ley, cuando nace del alma, se convierte en conciencia. Y una nación con conciencia no necesita guardianes: necesita fe.

Volver al respeto a la ley es volver a la raíz invisible que nos une.  Es mirar al otro sin miedo ni ventaja. Es creer que la patria no empieza en el Palacio, sino en el gesto cotidiano que evita el daño y honra la palabra.

Cuando el respeto vuelva a ser costumbre y el deber una alegría; cuando las leyes dejen de ser vitrinas y vuelvan a ser caminos, esta tierra florecerá otra vez como patria.

Porque el decoro y la dignidad fueron, desde los días de Duarte, las columnas invisibles que sostuvieron nuestra libertad.

Y cuando las alcemos de nuevo con nuestras acciones, el alma dominicana, reconciliada consigo misma, se levantará luminosa bajo la luz de su propio sol.

Tomado de Acento 

Agua y electricidad

Agua y electricidad

Por: Johnny Jones

República Dominicana cuenta con una envidiable red de presas hidráulicas utilizadas para el almacenamiento de agua para uso humano, agrícola y generación de energía eléctrica.

La construcción de presas no sólo nos proporciona grandes reservas y control de avenidas, sino que también genera microclimas favorables al medio ambiente, protege los bosques y favorece la siembra de cuencas para preservar la vida y disminuir la erosión.

Aunque la isla goza de un excelente régimen de lluvias, con períodos cortos de sequías, es cierto que la distancia desde el nacimiento de los ríos hasta su desembocadura en el mar es muy corta. Por esto, la construcción de presas se presenta como una excelente inversión con buenos retornos financieros, sociales y medioambientales.

Sin embargo, el país necesita adentrarse en nuevos criterios para masificar estos resultados. Para ello, debe implementar sistemas que han sido utilizados exitosamente en otros países. Nos referimos al rebombeo.

El rebombeo para generar energía en horas pico se refiere a la tecnología hidroeléctrica por bombeo, donde se almacena energía.

Esta tecnología permite bombear agua a un embalse superior durante las horas de baja demanda (cuando la electricidad es más barata) y dejar que el agua fluya a través de turbinas para generar electricidad durante las horas de alta demanda (horas pico), equilibrando así el sistema eléctrico y aprovechando la energía renovable.

Existen buenas condiciones en las baterías de presas en el país. En momentos de exceso de electricidad y baja demanda (por ejemplo, durante la noche o en el día con alta generación solar o eólica), se utiliza esta energía para bombear agua desde el embalse inferior al superior.

Ante la necesidad de mayor capacidad de generación, el rebombeo no es solo una solución técnica, sino también económica.

Según cálculos preliminares, el costo del rebombeo en horas muertas en una batería de presas como Valdesia, Jigüey y Aguacate sería de aproximadamente US$0.04 por kilovatio/hora, pudiendo venderse en horas pico entre US$0.09 y US$0.16. Al aplicarlo a todas las presas con estas características, se podría aportar unos 250 MW, lo que representa un aporte significativo, no sólo en capacidad instalada, sino también en el uso de energía limpia y en la protección del medio ambiente.

Las instalaciones necesarias para el rebombeo serían mínimas y su potencial de aprovechamiento sería máximo, incluso en presas cuyos deterioros han afectado gravemente su productividad.

El crecimiento económico que genera una economía tan dinámica como la nuestra requiere de creatividad e inversión. Desde mi punto de vista y mi experiencia de 35 años en el sector, esto es una necesidad que contribuiría, a corto plazo, no solo al aumento de la generación, sino también a que, mediante algún mecanismo financiero, se construyan presas que están en proyecto, como Guaigüí, Artibonito y, definitivamente, se finalicen las que están en proceso.

¡Que así sea!

Político o sinvergüenza: la diferencia que marca la dignidad

Político o sinvergüenza: la diferencia que marca la dignidad

Por: Quique Antún

En la vida pública abundan quienes buscan ocupar espacios de poder. Sin embargo, no todo el que se dedica a la política merece llamarse político. La diferencia entre un verdadero político y un sinvergüenza está en la ética, el compromiso con la comunidad y la visión de futuro.

El político auténtico es aquel que concibe su rol como un servicio. Entiende que la política no es un negocio personal, sino un espacio donde se toman decisiones que afectan el bienestar colectivo. Escucha a la ciudadanía, reconoce las necesidades de los más vulnerables y actúa con sentido de responsabilidad. Su prioridad no es enriquecerse ni hacerse notar, sino dejar huellas positivas en la sociedad. La política, en sus manos, se convierte en un puente entre el presente y un futuro mejor.

En cambio, el sinvergüenza en política se disfraza de líder, pero su verdadera motivación es el provecho propio. No le interesa la comunidad, sino el poder como medio de beneficio personal. Se aferra al cargo, aunque carezca de méritos o preparación, y convierte la política en un teatro de vanidades. Su habilidad principal no es el diálogo ni la visión, sino la manipulación y la demagogia.

Mientras el político busca resolver problemas, el sinvergüenza los aprovecha. Donde el político fomenta la confianza, el sinvergüenza siembra desconfianza y cinismo. Esa diferencia explica por qué en muchos países la palabra “política” se ha contaminado: porque demasiados sinvergüenzas se han hecho pasar por políticos.

Un verdadero político sabe que su tiempo en el poder es transitorio y que será recordado por sus obras. El sinvergüenza, en cambio, cree que la historia se olvida fácilmente y que todo se justifica si logra mantenerse en la cima.

La distinción, en esencia, es moral. El político honra la dignidad de su pueblo, mientras que el sinvergüenza la degrada. Y aunque ambos pueden ocupar los mismos espacios, solo uno deja un legado positivo.

Por eso, la ciudadanía tiene también una responsabilidad: aprender a reconocer la diferencia, no dejarse engañar por discursos vacíos y exigir integridad a quienes dicen representarla. La política necesita políticos; la sociedad debe rechazar a los sinvergüenzas

Senador Ramón Rogelio Genao propone creación de Cuarta Sala Especializada en la Suprema Corte de Justicia

Senador Ramón Rogelio Genao propone creación de Cuarta Sala Especializada en la Suprema Corte de Justicia

Santo Domingo, D.N. – El senador por la provincia La Vega, Ramón Rogelio Genao Durán, informó este martes que depositó el proyecto de ley que modifica la Ley Orgánica 25-91 de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), con el fin de crear la Cuarta Sala de este alto tribunal.

El legislador explicó que la iniciativa busca elevar la calidad técnica de las decisiones judiciales, asegurar un desarrollo jurisprudencial profundo y, crucialmente, garantizar una respuesta sin demora a los ciudadanos en asuntos de alta complejidad.

Dijo que el proyecto de ley se fundamenta en el artículo 152 de la Constitución, que faculta a la SCJ para dividirse en salas, y propone un aumento de la matrícula de jueces a veintidós (22) para integrar la nueva estructura.

Genao Durán sostuvo que el objetivo principal es desvincular las materias contencioso-administrativas y contencioso-tributarias de la Tercera Sala, que actualmente lidia con una dispersión de asuntos (laboral, inmobiliario y contencioso) que menoscaba su capacidad para generar un desarrollo jurisprudencial avanzado.

El senador del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) manifestó que el proyecto de ley radica en la necesidad de garantizar una justicia administrativa más efectiva, “tal como lo exige un Estado social y democrático de derecho”.

Entiende que la jurisdicción administrativa es vital para mantener un control de legalidad sobre los órganos del Estado, “traduciéndose directamente en el respeto al derecho a la buena administración que debe asistir a todos los ciudadanos, conforme al asiento constitucional del artículo 139”.

“La problemática actual reside en que la Tercera Sala se enfrenta a la difícil tarea de conocer recursos de casación en materias cuya dogmática doctrinal es muy propia y diversa”, agregó

En ese sentido, señaló que esta pluralidad de requerimientos jurisdiccionales, especialmente en el ámbito contencioso-administrativo y tributario, mitiga la posibilidad de otorgar respuestas prontas, comprometiendo el derecho fundamental de los justiciables a una tutela judicial sin dilaciones

Con la creación del nuevo órgano -prosiguió diciendo-, la Cuarta Sala sería competente para conocer exclusivamente los recursos de casación en materia contencioso-administrativa y contencioso-tributaria.

Manifestó, asimismo, que la Tercera Sala se reconfiguraría para centrarse únicamente en la casación de los temas laborales e inmobiliarios, permitiendo a ambas salas especializar y profundizar sus criterios de fallo.

El hartazgo de una población y el sargazo: la misma metáfora

El hartazgo de una población y el sargazo: la misma metáfora

Por: Quique Antún

El hartazgo de una población no llega de repente. Se acumula como capas de cansancio, decepción y frustración ante promesas incumplidas, decisiones tardías y una aparente indiferencia de quienes deben responder. Es un fenómeno social que recuerda a otro muy visible en nuestras costas: el sargazo.

El sargazo arriba en oleadas masivas, se expande, invade y pronto convierte lo que antes era un paisaje limpio y acogedor en un escenario desagradable, donde el mal olor, la suciedad y la sensación de abandono predominan. Con el hartazgo ocurre lo mismo: primero aparece como un murmullo, después como una molestia constante y, al final, como un grito colectivo que no puede ignorarse.

Ambos procesos comparten un mismo resultado: saturación. El pueblo se siente atrapado en un ciclo en el que la vida cotidiana se ve obstaculizada, ya sea por la incapacidad de sus dirigentes o por la carga de un problema que parece nunca acabar.

En este paralelismo surge otro elemento: las personas que se exhiben como protagonistas, llenos de ego, que buscan reflectores y aparentan tener soluciones. Sin embargo, su aporte es mínimo o nulo. Funcionan como el mismo sargazo cuando se mece sobre el agua: se mueve mucho, genera ruido visual y parece abundante, pero en realidad no ofrece nada útil. Peor aún, entorpece, estanca y contamina.

El pueblo cansado ya no se conforma con gestos vacíos. Así como el turismo y la economía local no pueden sostenerse en una playa invadida de sargazo, la sociedad no puede avanzar con liderazgos que solo inflan su ego y desatienden los problemas reales. El hartazgo se transforma entonces en un llamado urgente: la exigencia de soluciones concretas, no de discursos huecos ni de espectáculos superficiales.

Lo que la población pide se asemeja a lo que la naturaleza requiere: limpieza, control, manejo responsable y visión de largo plazo. Las mareas del sargazo no se combaten con improvisación ni con simples anuncios; del mismo modo, la fatiga social no se resuelve con frases rimbombantes ni con actos de relumbrón.

La lección es clara. Tanto en las playas como en la vida política y social, lo que contamina debe ser retirado con firmeza. El exceso de ruido, la falta de sensibilidad y el ego desmedido son obstáculos tan dañinos como la acumulación del sargazo. Solo la acción seria, empática y comprometida devuelve la confianza y la esperanza.

El hartazgo no es solo molestia: es una advertencia. Si no se atiende a tiempo, se convierte en rechazo, en resistencia y en ruptura. Y, como el sargazo, puede crecer hasta ahogar cualquier intento de convivencia armónica si no se le enfrenta con responsabilidad y respeto.

El reformismo despide a Guillermo Caram, un técnico consumado

El reformismo despide a Guillermo Caram, un técnico consumado

Durante más de cuatro décadas, ocupó posiciones clave en la planificación económica, las finanzas públicas, la diplomacia y la vida partidaria en la República Dominicana.

Santo Domingo – sep. 25, 2025

Este jueves 25 de septiembre, a los 84 años de edad, falleció Guillermo Caram Herrera, una figura que deja una huella en la historia institucional de la República Dominicana. A lo largo de su trayectoria, desempeñó funciones de alto impacto, entre ellas gobernador del Banco Central, secretario Técnico de la Presidencia y vicepresidente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).

Durante su periodo al frente del Banco Central (1989-1990) gestionó la crisis de inicio de 1989-1990, cuando la economía estaba afectada por un proceso de hiperinflación que coincidió con la Guerra en Golfo Pérsico que a la vez disparó los precios de los combustibles. Su vida estuvo marcada por una firme vocación de servicio público, un compromiso constante con el fortalecimiento democrático y una entrega incansable a las causas del desarrollo nacional.

El presidente del PRSC, Federico «Quique» Antún, afirmó que Caram fue «uno de los primeros dominicanos que se destacó en cuanto a la formación democrática cristiana».

«Fue un hombre íntegro que desempeñó de las posiciones más relevantes en el país, y nadie podía decir que maltrató a alguien, ni que se favoreció, ni que actuó incorrectamente. Siempre actuó en defensa de los mejores intereses del país y de los dominicanos», dijo Antún.

El vicepresidente del PRSC, Ramón Rogelio Genao, lo definió como «uno de los principales exponentes de la democracia cristiana en República Dominicana» y una gran pérdida.

Vida y Obra

Caram Herrera, nacido en San Pedro de Macorís el 28 de enero de 1941, desarrolló una extensa carrera en áreas clave como la planificación económica, la administración pública, la política y la docencia.

  • Formación Académica: Se graduó de Ingeniería Civil en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en 1961. Amplió su formación con una maestría en Planificación en el Instituto de Planeamiento de Lima.
  • Oficina Nacional de Planificación (Onaplan): Desde los 60, ocupó cargos técnicos como Director de Planificación Urbana y Subdirector Técnico, donde lideró la elaboración del Primer Plan Nacional de Desarrollo 1970–1974.
  • Cargos de Gobierno (Balaguer): En 1986 fue nombrado Secretario Técnico de la Presidencia, impulsando programas de inversión pública y participando en el Diálogo Tripartito. Posteriormente, fue designado Secretario de Estado de Finanzas y luego Gobernador del Banco Central.
  • Docencia y Consultoría: Impartió docencia en planificación, economía y geografía económica en universidades como la UASD, Pucmm y Unphu. También fue consultor privado a través de firmas especializadas.
  • Articulista: Fue un articulista regular en medios nacionales, donde mantuvo una columna semanal sobre temas económicos y sociales.

Carrera Política

  • Fundador: Fue fundador del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC) en 1961.
  • Regidor: En 1968 fue electo regidor del Distrito Nacional, presidiendo la Comisión de Obras Públicas y Planificación.
  • Cargos Partidarios: Ocupó diversos cargos directivos en el PRSC, incluyendo vicepresidente del Comité Político, presidente de la Comisión Técnica y de Políticas Públicas, y vicepresidente del PRSC.
  • Diplomacia: En 1996 fue designado Embajador – Asesor Económico de la Cancillería.

Escrito por Jesús Vásquez para Diario Libre