Por Federico Antún Batlle

El alto costo de la vida se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los dominicanos. Los precios de los alimentos, la energía y los servicios básicos se han incrementado, afectando de manera directa el poder adquisitivo de las familias. Enfrentar este fenómeno requiere políticas públicas integrales, no medidas aisladas ni paliativas.

En primer lugar, el Estado debe asumir un rol más activo en la regulación y vigilancia de los mercados. Muchos precios suben sin justificación clara, alimentados por cadenas de intermediación que encarecen los productos. El gobierno puede intervenir fortaleciendo los mecanismos de control de competencia, apoyando cooperativas agrícolas y promoviendo la venta directa del productor al consumidor.

Un segundo eje fundamental es la producción nacional. La República Dominicana depende en exceso de las importaciones de alimentos, combustibles y bienes manufacturados.

Mientras no logremos una mayor autosuficiencia productiva, seremos vulnerables a las fluctuaciones internacionales. Fomentar la agricultura local, la agroindustria y la manufactura ligera no solo reduciría los precios, sino que generaría empleo y dinamizaría las economías rurales.

Otro aspecto crucial es la política energética. El costo de la electricidad y los combustibles impacta todos los sectores. Se impone acelerar la transición hacia fuentes renovables y revisar la estructura tarifaria para hacerla más justa y transparente. Un país con energía cara y poco confiable no puede aspirar a tener una economía competitiva ni una vida asequible para su población.

También se requiere una revisión profunda de la política salarial. Los aumentos nominales del salario mínimo muchas veces no alcanzan para compensar la inflación real. Es necesario establecer un sistema de indexación salarial que preserve el poder de compra de los trabajadores y garantice un ingreso digno. Además, debe incentivarse la formalización laboral, porque la mayoría de los dominicanos trabaja en la informalidad, sin protección ni beneficios.

La educación financiera y el fortalecimiento de las políticas sociales también son herramientas esenciales. El gobierno debe promover programas que orienten a las familias sobre cómo administrar sus ingresos, reducir deudas y aprovechar mejor los subsidios disponibles. Pero los subsidios, por sí solos, no resuelven el problema: deben ser temporales y focalizados, no una práctica permanente que sustituya la productividad.

Finalmente, el gobierno tiene que combatir con firmeza la ineficiencia y el gasto público innecesario. Cada peso malgastado en burocracia o corrupción es un peso que se le quita a la población. La transparencia y la planificación deben convertirse en ejes de la gestión económica.

Enfrentar el alto costo de la vida no es tarea de un solo sector. Es un compromiso nacional que exige visión, coordinación y liderazgo. La República Dominicana tiene los recursos y el talento necesarios para hacerlo. Solo falta la voluntad política de transformar las estructuras que encarecen la vida y limitan las oportunidades del pueblo.