POR VICTOR ITO BISONÓ

Para nadie es un secreto las deficiencias que se arraigan en la frontera domínico–haitiana. El Estado dominicano la ha dejado en el olvido y su respuesta a la inmigración ilegal ha sido débil. Encima, la pobreza y la falta de oferta laboral superan a cualquier otra región de la República Dominicana.

POR VICTOR -ITO- BISONÓ

Para nadie es un secreto las deficiencias que se arraigan en la frontera domínico–haitiana. El Estado dominicano la ha dejado en el olvido y su respuesta a la inmigración ilegal ha sido débil. Encima, la pobreza y la falta de oferta laboral superan a cualquier otra región de la República Dominicana.

En la frontera no se habla de desarrollo sino de subsistencia. El último informe del PNUD en el 2008 estimaba que la pobreza de esa región supera en 50% al índice nacional, mientras que la pobreza extrema es tres veces mayor que el resto del país. En servicios básicos también quedan debajo del promedio, sobre todo con respecto a la energía eléctrica con un 17%, y en acceso a acueductos, con un 44% menos que el promedio.

Esto nos indica que la inversión y la atención se han desviado a zonas metropolitanas, una bomba de tiempo para una frontera débil cuyos controles se vuelven vulnerables ante la miseria, el desempleo y la desesperanza, obligando a cientos de miles de personas a moverse a las grandes urbes en busca de la oportunidad que no han recibido, cambiando la pobreza por un puesto laboral, muchas veces informal y de bajo salario, viviendo en condiciones deplorables y fortaleciendo el círculo vicioso que constituye la pobreza intergeneracional.

Esta realidad que ha perdurado por demasiado tiempo, nos lleva a plantearnos el gran desafío inmediato y a mediano plazo: forjar un muro natural entre República Dominicana y Haití, sostenido por la inversión en ambos territorios, retomando los mecanismos que permitan nuevas empresas, mayor intercambio comercial y oportunidades de empleo para los habitantes que pueblan los 391 kilómetros de extensión de la frontera.

El sector privado juega un rol protagónico en este escenario. Casos de éxito como Codevi del Grupo M en Dajabón, o el de Macasías del Grupo Vicini de producción agropecuaria en Elías Piña, deben ser modelos replicados en todo el territorio, de manera que la pobreza en nuestra frontera reciba inversión y oportunidades, y de paso, constituya un apoyo para que el pueblo haitiano logre el desarrollo particular y colectivo en su propia tierra.

Nuestra visión de Estado se basa en el apoyo a estas iniciativas, a empresarios que llaman a poner la vista en la frontera, a invertir allí y hacer que la región más pobre del país se suba al tren del desarrollo y la inclusión, a hacer del crecimiento una realidad palpable y colectiva que permita un porvenir tanto para Haití como para República Dominicana, y al mismo tiempo podamos derrotar la pobreza, la inmigración ilegal y la vulnerabilidad fronteriza.