Por Sergio Acevedo.

Cuando Balaguer decidió construir la Plaza de la Salud, lo hizo entusiasmado ante la perspectiva de que las clases menos favorecidas pudieran contar con un centro médico de alto nivel científico y equipado con los últimos avances tecnológicos, para que los pobres pudieran recibir atenciones de primera en el tratamiento de sus dolencias, especialmente, en aquellos trastornos llamados catastróficos que, por lo regular, eran causas de muertes en la población indigente.

Por Sergio Acevedo.

Cuando Balaguer decidió construir la Plaza de la Salud, lo hizo entusiasmado ante la perspectiva de que las clases menos favorecidas pudieran contar con un centro médico de alto nivel científico y equipado con los últimos avances tecnológicos, para que los pobres pudieran recibir atenciones de primera en el tratamiento de sus dolencias, especialmente, en aquellos trastornos llamados catastróficos que, por lo regular, eran causas de muertes en la población indigente.

Balaguer apoyó sin reservas la construcción de ese hermoso y grandioso proyecto, fiel a su humanismo cristiano y a su decidida propensión hacia los pobres, en base a una idea del Dr. Juan Manuel Taveras, famoso médico especialista dominicano reconocido a nivel mundial y considerado el padre de la radiología.

La construcción se inició a toda máquina con recursos provenientes de los ahorros presupuestarios que el líder reformista pudo apropiar en base a ese manejo austero, pulcro y eficiente de los fondos públicos, que fue una característica permanente en la gestión del líder.

Al llegar al final de su mandato, luego de que se le redujera de manera ilegal dos años de su período, Balaguer reservó 200 millones de pesos y designó al general Antonio Imbert Barrera, como responsable de que se ejecutaran, supervisaran y administraran los fondos para la terminación feliz de los elementos faltantes de la obra.

Este proyecto de salud fue el primero y el único con gran dimensión considerado como uno de los más completos con tecnología de punta, resaltado como uno de los más grandes y modernos de la región, pero ha sido terriblemente distorsionado en su enfoque por la ambición de quienes administran el complejo.

La Plaza d la Salud se creó como una entidad de atención de salud sin fines de lucro, para lo cual el Presidente Balaguer creó un patronato integrado por personalidades distinguidas, para que se encargara de su manejo y administración, a favor de la clase pobre. Pero ese sueño de Balaguer no fue cumplido, puesto que desde el mismo día de su inauguración,  el 24 de marzo del 1997, fue notoria la tendencia en darle preferencia a los más pudientes a pesar de ser una obra construida con recursos públicos y de recibir una subvención que supera con creces a la que reciben los principales hospitales público que si trabajan para los pobres.

Balaguer aportó los terrenos que en los cuales se han construidos otras unidades para los ricos y la inmensa cantidad de terreno disponibles para completar el proyecto, ha sido utilizado para la construcción de parqueos comerciales por cuyo uso se cobra 50 pesos por hora de estacionamientos, lo que obliga a los pobres que tienen sus carritos a dejarlos en las calles aledañas, porque en razón del modelo de servicio que constriñe a los pacientes a durar casi un día entero en las instalaciones del centro, estos tendrían que pagar sumas prohibitivas por utilizar uno de los parqueos.

La Plaza de la Salud fue levantada en una vasta porción de tierra ubicada en el ensanche La Fe, propiedad del Ayuntamiento del Distrito Nacional, donde operó por muchos años el antiguo Hipódromo Perla Antillana.

Tras la construcción de las nuevas instalaciones del hipódromo, el presidente de la República de entonces, doctor Joaquín Balaguer, ordenó que en dichos terrenos se construyera una ciudad sanitaria dotada de todas las instalaciones modernas y equipada con tecnología de punta, en la cual las personas de escasos recursos económicos puedan recibir atenciones de calidad, especialmente, cuando padezcan de alguna de las enfermedades señaladas como catastróficas.

No obstante cumplir con uno de los preceptos fundamentales de su misión, es decir, ser un centro de alto nivel en materia de servicio médico, la Plaza de la Salud se ha convertido en una institución de élites en la cual los pobres no tienen acceso sino cuentan con buen seguro médico, de lo contrario, tendrían que pagar grandes sumas de dinero en las consultas, así como en los procedimientos.

El proyecto es excelente, pero le falta el lado humano que inspiró a Balaguer para hacerles ese precioso regalo a los pobres.