La muerte de 11 niños en el hospital Robert Reid Cabral, durante el pasado fin de semana, pone sobre el tapete la vulnerabilidad en el que se encuentran los hospitales públicos del país, así como la tragedia que sufren las familias de escasos recursos que tienen que acudir a esos centros debido a que no cuentan con los recursos para acudir a las clínicas privadas, ni tampoco con un seguro que les garantice un mínimo de cobertura.

La muerte de 11 niños en el hospital Robert Reid Cabral, durante el pasado fin de semana, pone sobre el tapete la vulnerabilidad en el que se encuentran los hospitales públicos del país, así como la tragedia que sufren las familias de escasos recursos que tienen que acudir a esos centros debido a que no cuentan con los recursos para acudir a las clínicas privadas, ni tampoco con un seguro que les garantice un mínimo de cobertura.

La situación se torna más dramática luego que el gobierno, en sus inicios, ordenó la eliminación de las llamadas cuotas de recuperación, que no eran más que pequeñas sumas que se cobraba a los pacientes que estaban en condiciones de pagarlas por el servicio recibido, mientras que esos recursos eran utilizados en la compra de una multiplicidad de insumos vitales para aliviar las dolencias de los enfermos.

Salud pública eliminó la indicada cuota, pero no dejó establecido un mecanismo que compense la salida de esos recursos que permitían suplir a los hospitales de utensilios tan importantes como son guantes, hilo para cirugías, materiales para placas, reactivos para laboratorios, sangre, materiales de limpieza, oxígeno, jeringuillas, así como medicamentos de emergencia que el hospital no tiene en su estantería.

La tragedia revela que nuestro país no cuenta con una adecuada política de salud y que las multimillonarias inversiones que se han hecho en los últimos años, no han contribuido en nada a mejorar los sufrimientos de los millones de ciudadanos dominicanos que no tienen un adecuado acceso a la salud, drama que se viene agudizando notablemente ya que la República Dominicana tiene que emplear más del 20% de su presupuesto en salud para atender a parturientas haitianas que vienen al país solo con el propósito de parir.

En estos datos no se contabilizan los daños colaterales que presentan para nuestro país la gran cantidades de mujeres afectas de VIH, que tienen que ser tratadas, así como los cientos de miles de haitianos que invaden nuestros hospitales afectados de enfermedades que, incluso, muchas habían sido erradicadas de nuestro territorio y hoy han retornado traídas por los emigrantes del vecino país.

Es urgente que se adopten medidas tendentes a la implementación de una política de salud que se corresponda plenamente con nuestras necesidades. La salud nuestra es cara y deficiente, está fundamentada esencialmente en el lucro, en materia de seguridad está cimentada en elementos de intermediación que sólo se preocupa por captar gente joven y sanas, mientras desecha a los enfermos y, fundamentalmente, a los envejecientes.

Mientras las autoridades exploran mecanismos que permitan mejorar los servicios en los hospitales, especialmente en el área de emergencia, es imprescindible que se restituya la cuota de recuperación, aplicable sólo a aquellos ciudadanos que puedan pagarlas, lo que carezcan de recursos deberán ser exonerados de dicho pago.

Este mecanismo no es la panacea que va a solucionar el problema como con carácter de magia, pero sin duda alguna que lo alivia y permite salvar muchas vidas. Porque, aun que la prensa no lo recoja, todos los días mueren personas en los hospitales por falta de pequeños aditamentos y por equipos que merecen ser reparados por daños menores.

Muchas veces el aparato de Rayos X está dañado por falta de una pieza que a lo mejor no cuesta más de mil pesos, pero que por ese defecto el equipo sale de operación, perjudicando a miles de personas pobres. Lo mismo sucede en la compra de los reactivos para los exámenes de laboratorios y de medicamentos que el hospital no tiene.Lo que se presta a la proliferación de negocios que se han alrededor de estas carencias y ante el drama que sufren los pobres que acuden a los hospitales públicos.