Por Sergio Acevedo

La decisión del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de reintroducir al Congreso Nacional, los muchas veces zarandeados proyectos la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, así como la Ley del Régimen Electoral, es una decisión juiciosa y a la vez, una movida táctica de gran importancia, porque la misma va a retratar de cuerpo entero la actitud antidemocrática del oficialismo, así como la intención del gobierno de reelegirse reproduciendo todas las prácticas obscenas e ilegales que fueron empleadas en las elecciones del 2016.

Por Sergio Acevedo

La decisión del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de reintroducir al Congreso Nacional, los muchas veces zarandeados proyectos la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, así como la Ley del Régimen Electoral, es una decisión juiciosa y a la vez, una movida táctica de gran importancia, porque la misma va a retratar de cuerpo entero la actitud antidemocrática del oficialismo, así como la intención del gobierno de reelegirse reproduciendo todas las prácticas obscenas e ilegales que fueron empleadas en las elecciones del 2016.

Todo el que esté ligeramente informado del devenir político sabe que los que detentan el poder emplearán cuantos mecanismos, lícitos o ilícitos, estén en sus manos para mantenerse al frente de la cosa pública, conscientes como están de que cualquier partido que surja de los comicios del 2020, se verá precisado, ante el clamor del pueblo, a revisar y sancionar severamente los aberrantes actos de corrupción que han descompuesto, llegando hasta la putrefacción, todo el tejido social  nacional.

Los trastornos sociales que vive el país son, sin lugar a dudas, el producto de la corrupción gubernamental desde donde se propaga a otros niveles de la sociedad irradiando el conjunto de males que se observa en materia de seguridad, impunidad, descalabro del sistema de salud, educación, empleo y demás perturbaciones.

El grupo mandante teme la salida del poder, por eso acude a todo tipo de artimañas y trapisondas que le confiera ventaja electoral, sin que le importe para nada el daño que recibe la nación producto de sus acciones dolosas. Las perspectivas de que sean aprobados los referidos proyectos normativos del certamen electoral, no son halagüeñas, porque el poder empleará todos sus recursos y medios disponibles para mantenerse aunque tenga que aplastar a todo el conglomerado.

Ese dominio y control que el poder ejerce sobre los órganos arbitrales, al igual que los demás órganos públicos, lejos de abrir un resquicio de esperanza sobre la posibilidad de que los proyectos pasen, se diluye ante la embestida cada vez más poderosa que hace el grupo mandante procurando que el país concurra al evento electoral sin reglas algunas, puesto que es precisamente en el desorden donde sus posibilidades de mantenerse resultan viables, por su inmensa capacidad para la compra de votos, así como para influir ante los mecanismos de escrutinios y el dominios de los encargados de las acciones contenciosas.

Es de esperarse, en consecuencia, que las presiones sobre la oposición aumenten y que se dediquen más recursos para la compra de consciencia, ya que solo con una oposición débil y, en ciertos modos, dividida, se puede reproducir en el país el fenómeno de la reelección del equipo gubernamental.

El Partido Reformista está en la obligación de jugar un rol de oposición si quiere mantener niveles de predominio adecuados que lo posiciones para llegar al poder, o para trillar ese camino que lo habiliten para un futuro próximo inmediato. Pero tiene que inaugurar un estilo de oposición enérgica, resuelta, sin paños tibios. No se puede jugar a la oposición, porque el poder no está jugando y hace todo lo posible y hasta lo imposible por mantenerse sin ningún escrúpulo y sin medir los trastornos que puedan derivarse de su mala política y sus prácticas ilegítimas.

El PRSC está en la obligación de trillar su propio camino oposicionista utilizando todos los medios que surte la democracia y elevando su voz en demanda, no solo en que se afinen los mecanismos de participación electoral, sino también haciendo suyas las demandas de la población que clama por el cese a la impunidad, el combate a la corrupción, la creación de un clima de garantía para el ejercicio de los derechos ciudadanos, así como de las demandas sectoriales de los núcleos sociales que son verdaderos graneros de votos.

Nuestro partido no debe cerrarle la puerta a los reformistas que quieran retornar a sus filas, pero tampoco puede distraerse en un laberinto de disquisiciones bizantinas que pudieran hacerle perder el punto d sintonía con la ciudadanía, que es donde reside el compromiso del PRSC, así como su razón de ser en su calidad de instrumento de vanguardia al servicio del país y, de manera singular, de los sectores más oprimidos por las injusticias latentes en la sociedad.

Si Balaguer estuviera vivo sería el referente de un líder opositor resuelto y enérgico, sin desertar de sus responsabilidades ciudadanas de contribuir inteligentemente a buscarle solución a los problemas que afectan a la República, sin importar el partido que esté en el poder.

Quique Antùn tiene la capacidad y la experiencia para conducir nuestro partido hacia la victoria, porque nadie como él ha heredado de Balaguer ese caudal de sapiencia y de habilidad para conducir un partido como el nuestro, problematizado, pero con un legado de prendas sociales conformado a base de trabajo, dignidad y coraje del líder histórico, junto a ese conjunto de hombres y mujeres reformistas que lo acompañaron, los cuales eran auténticos servidores públicos.

 

En nuestro partido adquiere un valor singular el lema levantado por el movimiento obrero en los años 70 y 80. Unidad y Lucha, quien divide traiciona. El asunto es procurar la unidad, pero sobre una nueva base política, doctrinaria y de disciplina. Ya el tribunal se pronunció en cuanto a la legitimidad del mandato de Quique, el que quiera subirse a la patana no debe tener obstáculos, pero esa patana tiene que seguir caminando y llenándose de gente durante todo su trayecto.