Por Sergio Acevedo.

El pasado día 10 de los corrientes, se cumplieron justamente 53 años de la mostrenca resolución emitida por el Consejo Universitario Provisional de la Universidad de Santo Domingo, mediante la cual se suspende al doctor Joaquín Balaguer como profesor de la alta casa de estudios,

Por Sergio Acevedo.

El pasado día 10 de los corrientes, se cumplieron justamente 53 años de la mostrenca resolución emitida por el Consejo Universitario Provisional de la Universidad de Santo Domingo, mediante la cual se suspende al doctor Joaquín Balaguer como profesor de la alta casa de estudios, bajo la peregrina acusación de “trujillista”, mote con el cual los integrantes de la Unión Cívica Nacional y la naciente izquierda, trataban de descalificar al gobierno de transición y, en igual sentido, ocultar sus planes para derrocarlo.

La resolución 4, un verdadero adefesio, se produce unos cuantos días después que el doctor Balaguer, gracias a su égida protectora y su profunda convicción democrática, había promulgado la ley mediante la cual se le concedía a la academia su autonomía y fuero, en una votación dividida en la que primó el voto de René Puig Bentz, un prominente dirigente de Unión Cívica Nacional, partido que se constituyó en el poder político que promovió la caída del Consejo de Estado encabezado por Balaguer y que, posteriormente, derrocó al profesor Juan Bosch.

La anacrónica resolución de suspensión –que no fue de expulsión como algunos creen-, aún se mantiene, lo que debe llenar de vergüenza a la hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo –gracias a Balaguer- por lo injusta y desproporcionada de la misma, y porque vulnera todo resquicio de democracia en una entidad que debe ser una atalaya para el desarrollo de la ciencia y la defensa de los derechos ciudadanos, dentro de un ambiente de diversidad y tolerancia.

Los delegados estudiantiles al Consejo Universitario, Asdrúbal Domínguez, así como el casquivano Antonio Isa Conde votaron, junto al cívico Rene Puig, por la indicada resolución, mientras que los profesores Julio César Castaños Espaillat, Rector interino,  y Froilán Tavares, salvaron el honor de la academia al votar en contra de ese mamotreto que desnaturaliza la esencia de la universidad y, de alguna manera, trastornaba el clima de libertad demandado en sus estatutos y por el cual Balaguer luchó infatigablemente estando todavía intacta la maquinaria de represión de los Trujillo, encabezada por Ramfis y sus tíos Petan y Negro Trujillo.

Esa resolución debe ser derogada, no por Balaguer, cuya estatura intelectual y de Estadista trascienden las fronteras de la República, sino por la UASD que no debe continuar por más tiempo con ese pecado infame.

La grandeza y la  genialidad de Joaquín Balaguer como político y hombre de Estado han sido reconocidas, más por sus antiguos adversarios, que por sus parciales, los cuales, en su inmensa mayoría, han permanecido mudos frente a los ataques injustos que en ciertas ocasiones afloran en los medios de comunicación.

Políticos y empresarios prósperos formados bajo la égida del místico caudillo, así como figuras relevantes que han establecido la impronta de sus nombres  gracias al influjo de la voluntad y la tutela del desaparecido líder, permanecen callados frente a los brotes de ataques que en ocasiones surgen pretendiendo inútilmente lanzar sombras sobre una gestión eminente que puso el tren de la República sobre rieles y en marcha, como toda locomotora.

Resulta una iniquidad perversa restarle méritos a una gestión que partió de un país en ruina y dividido, al momento de la ascensión de Balaguer al poder. Un país exacerbado por las pasiones políticas y con el influjo de una oposición levantisca, radicalmente subversiva, cuyas fuerzas estuvieron dedicadas, no a la restauración del país, sino a la conspiración abierta para derrocar el gobierno nacido de la legitimidad de las urnas.

Balaguer desafió valientemente la confabulación de los sectores de izquierda y de la derecha radical, los cuales se unieron en una abierta labor conspirativa con el objeto de derribar el gobierno y, muy a pesar de esos arrebatos, el líder histórico trabajo día y noche en la creación de riquezas mediante la gestión de gobierno más portentosa que registra nuestra historia.

No hubo un solo capítulo de su gestión que no haya sido revalidado con un trabajo que nunca tuvo descanso, lo que hizo posible construir la infraestructura que soportó el despegue económico y social, así como la base fundamental del desarrollo.

Y todos los logros de la gestión de Balaguer estuvieron matizados por un manejo eficiente y pulcro del mandato gubernamental de un hombre extraordinario que se entregó en cuerpo y alma al trabajo por el progreso y el bienestar del país, no obstante la escasez de los recursos y la actitud hostil de una oposición irresponsable.

Balaguer transformó la República, inscribió el país en el concierto de las naciones civilizadas del mundo, en base a sus propios recursos, incentivando el poder emprendedor de los dominicanos, actuando como un ente regulador, como un garante de la promoción del bienestar humano. Y todo lo hizo con ahorros internos, sin comprometer el crédito del país, incentivando el desarrollo.

Y eso ha sido reconocido por la mayoría de los que antes eran sus opositores, así como por diferentes entidades públicas. El Senado lo declaró mediante resolución como el padre de la democracia y los partidos principales, tales como el PRD y PLD, han revalorado la visión que tuvieron del líder y hoy reconocen los aportes de Balaguer al desarrollo del país y a la vigencia de las instituciones democráticas.

Sin embargo, todavía se mantiene la infortunada resolución cuya revocación debe ser demandada por las nuevas generaciones reformistas, por ser radicalmente injusta e indigna de una institución de la estatura de la UASD, que debe ser un ejemplo de tolerancia y de democracia.

Es necesario corregir ese agravio que mancilla el nombre de la institución y que pende injustamente sobre un profesor que prestigia la institución desde todos los puntos de vista, y que fue un modelo de virtud intelectual, talento e idoneidad en su magisterio, hasta el punto de que el líder histórico del PRSC concurría a dictar sus cátedras, aun siendo presidente de la República.