La histórica ciudad de Santiago, no sólo ha recibido daños en su dinámica material, a consecuencia de la vergonzosa gestión de la autoridad municipal presente, sino que también los oprobios de esta administración han minado el orgullo natural de los santiagueros y su prestancia como munícipes de una ciudad dueña de las más hermosas tradiciones y de las más añejas prosapias históricas.
Por Sergio Acevedo.
La histórica ciudad de Santiago, no sólo ha recibido daños en su dinámica material, a consecuencia de la vergonzosa gestión de la autoridad municipal presente, sino que también los oprobios de esta administración han minado el orgullo natural de los santiagueros y su prestancia como munícipes de una ciudad dueña de las más hermosas tradiciones y de las más añejas prosapias históricas.
Santiago ha sido siempre una ciudad que ha sobresalido por su empuje económico, su fuerte tradición cultural, sus paisajes, su hospitalidad, la belleza de sus mujeres, las cuales parecen que han sido esculpidas por las manos del Creador con el propósito de engalanar la propia vida.
Sin embargo, todo ese caudal de emociones estéticas y la alegría que embriaga el espíritu innovador de sus habitantes, han sido perturbados de un modo desconsolador, por la anarquía que produce ese deterioro, que se advierte en la ciudad como consecuencia de la incapacidad de la presente autoridad municipal para atender servicios tan elementales como son la recogida de basura, el ordenamiento del tránsito, el saneamiento ambiental, el arreglo de aceras y contenes, así como el bacheo de las calles, por sólo citar unos cuantos.
Esas fallas, fruto de la impericia y la corrupción presentes en la actual gestión, han alterado la vida de los santiagueros y los han sumido en la impotencia de ver su ciudad palidecer cada día más arropada por los cada vez más graves problemas del municipio, y alarmados por la impotencia ante la presencia de un alcalde que está en todo, menos en lo que tiene que estar, que es la atención al municipio, razón y motivo por lo que se le eligió.
Por eso y otros motivos es que Santiago está desesperado, a la espera de las elecciones de mayo del 2015, para votar masivamente por el candidato del PRSC, José Enrique Sued, un gerente de eficiencia probada, un munícipe enrolado en la vida de la ciudad, que ha servido con un fervor patriótico a su pueblo, y que ha sido el artífice de la más importante gestión municipal que se ha producido en todo el trayecto de nuestra historia como nación independiente.
La crisis que afecta a la ciudad de Santiago no es para improvisados, es para hombres probados en su dedicación y en su consagración como administrador y persona que le duele su ciudad.
Es por eso que Santiago está vibrante, a la espera de que suenen los clarines para acudir masivamente a las urnas, a votar por el mejor, por el más completo ejecutivo, por el que resume el mayor caudal de experiencia, por el que le duele su ciudad y está umbilicalmente ligado a su pueblo, por José Enrique Sued.
El líder de Santiago sabe mejor que nadie la alta misión que le espera para enderezar los entuertos y organizar la ciudad. Por eso ha proclamado que no irá aliado a ninguna otra fuerza política del país, es más: proclama que no cree en las alianzas debido a las frustraciones y amarguras que las mismas han dejado en la vida. Acudirá a las elecciones sólo, con la ayuda de Dios y el respaldo entusiasta de su pueblo.
El drama que vive la ciudad de Santiago es tan inmenso que obliga al nuevo incumbente a no estar atado a ningún tipo de interés que no sea el interés de los ciudadanos. Para enfrentar la crisis y vencerla, se necesita la capacidad de José Enrique, pero también su coraje y su determinación de arreglar las cosas para que la ciudad recobre su antiguo esplendor y los munícipes vuelvan a sonreír por el mejoramiento en su hábitat y calidad de vida.