Por Sergio Acevedo.

La crudeza de las confrontaciones que se verifican a lo interno del PLD entre sus dos principales figuras, presagian dificultades imponderables para el país, lo que ya apunta hacia una recomposición del escenario político en el cual habrán de llevarse a cabo las elecciones en mayo del 2016.

Por Sergio Acevedo.

La crudeza de las confrontaciones que se verifican a lo interno del PLD entre sus dos principales figuras, presagian dificultades imponderables para el país, lo que ya apunta hacia una recomposición del escenario político en el cual habrán de llevarse a cabo las elecciones en mayo del 2016.

La severidad y aspereza como se han venido manejando las contradicciones, plantean con toda claridad la existencia de una división en las filas del partido de gobierno, división que se ha venido poniendo de manifiesto desde hace  años, pero que es en los actuales momentos es que ha tomado su mayor dimensión, especialmente, a raíz de la decisión del Comité Político de la organización, el cual aprobó someter un proyecto de reforma a la Constitución con vista a favorecer la reelección del presidente Medina.

La posición asumida por el ex presidente Leonel Fernández, desafiando la decisión del Comité Político y oponiéndose de manera obcecada a la reelección del actual mandatario, no solo introduce un elemento trastornador a la unidad del partido morado, sino que constituye un desafío abierto a la autoridad cuyas consecuencias serán aterradoras en lo inmediato, ya que la corriente reeleccionista no tendría otra alternativa que la de aplicar su poder para detener la ira del ya de por si famélico león.

En esa tesitura, no hay duda de que el PLD saldrá del poder y el  país podrá reencausar su economía para atacar de frente los principales problemas que nos afectan y que se han agravado durante la estadía en el poder de los morados. Ese partido  dividido no tendrá la más mínima oportunidad de mantenerse en el gobierno por menos escrúpulos que manifieste en el uso de los recursos públicos en la compra de votos, así como en perfilar voluntades que lo favorezcan.

Pero el drama no podemos enfocarlo desde la óptica del gobierno del PLD en términos exclusivos, sino también desde  la propia atalaya de la oposición, la que está igualmente fraccionada, muestra su  incoherencia, mantiene sus actitudes levantiscas y carece de una plataforma política confiable que le permita cohesionarse para gobernar el país. La oposición, como se presenta en la actualidad, es una invitación a la incertidumbre y el cao, sería una caída hacia el vacío.

La única salida confiable que tiene el país para salir del presente drama, está en la elección de Quique Antùn, como presidente de la República. La experiencia de Quique como hombre de Estado y como político es de amplia trayectoria. Es un líder que tutela su partido, razón por la cual no existen fricciones a lo interno de la organización, sino que los reformistas marchan unidos hacia la conquista del poder bajo la égida de su líder único.

Quique Antùn es un político prominente que hereda todo el caudal del legado de Balaguer, su paso por la política está signado por su afán de trabajar por el país, por los pobres, por los excluidos para incorporar a esa masa preterida al disfrute de la riqueza que genera la República, pero que tradicionalmente ha estado usufructuada por unos pocos privilegiados.

Es el candidato más completo que hay en la actualidad, el de mayor experiencia porque ha desempeñado posiciones estelares y de gran prestigio en el Estado, siendo aún muy joven, lo que le configuró un carácter de responsabilidad y de servicio en el ejercicio público.

Los reformistas tenemos una gran oportunidad para llegar al poder y no debemos desperdiciarla. Nuestra tarea es trabajar de manera incansable en la promoción y fortalecimiento de la candidatura de Quique. Tenemos que trabajar todos los días sin descanso, el trabajo político es afanoso y esforzado, pero es el único que nos conduce hacia el poder para proveernos de las herramientas que nos harán trabajar por el país, combatir sus males, fortalecer sus instituciones y garantizar la seguridad ciudadana, sin la cual es imposible avanzar hacia el bien común.