Por: Sergio Acevedo

La corrupción, en sus diversas facetas,  incide negativamente en el ordenamiento social, político y económico de las naciones, por lo que es un imperativo del sistema la lucha por erradicar ese mal o, por lo menos,  atenuarlo, de manera que sus daños afecten lo menos posible al conglomerado social.

Es cierto que el fenómeno de la corrupción se ha extendido, como una plaga maligna, en todos los países que integran la comunidad internacional, aunque es justo reconocerlo, en una gran cantidad de naciones se han encaminado acciones muy efectivas para controlar el mal y reducir sus daños al tejido social.

Por: Sergio Acevedo

La corrupción, en sus diversas facetas,  incide negativamente en el ordenamiento social, político y económico de las naciones, por lo que es un imperativo del sistema la lucha por erradicar ese mal o, por lo menos,  atenuarlo, de manera que sus daños afecten lo menos posible al conglomerado social.

Es cierto que el fenómeno de la corrupción se ha extendido, como una plaga maligna, en todos los países que integran la comunidad internacional, aunque es justo reconocerlo, en una gran cantidad de naciones se han encaminado acciones muy efectivas para controlar el mal y reducir sus daños al tejido social.

En un país en el cual no se establecen mecanismos para el control y sanción de los corruptos, se va creando un ambiente propicio para que el manto de corrupción arrope a todas las instituciones, especialmente, aquellas que tienen que ver con la persecución y sanción de los delincuentes, se va creando un estadio de impunidad que facilita que cada día se cometan actos delictuosos muchos más temerarios y dramáticos.

La corrupción ya no es lo que en una ocasión se definió como indelicadezas de funcionario, sino que en muchos países, entre los cuales está el nuestro, donde hay montada una estructura de Estado creada para el delito y para garantizar que sus autores no sufran el debido castigo establecido en las leyes.

Aunque resulte irónico decirlo, pero en nuestro ´país se hace de todo desde el poder, se cometen todos los actos ilícitos, se corrompen instancias con el fin de evitar que el peso de la ley recaiga contra los corruptos y demás delincuentes, mientras las víctimas de sus acciones deleznables sufren en carnes vivas la angustia de sus depredaciones.

Y no existe la menor duda de que la corrupción, cuando es sistémica,  inhibe o debilita las capacidades institucionales y humanas; ataca los cimientos de nuestro Estado de derecho y fortalece la impunidad. La corrupción propicia que se violen derechos humanos y que se vulnere la dignidad de las personas de la forma más abyecta.

Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada y el patrocinio; además de los sobornos, el tráfico de influencias, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad, y el despotismo.

 La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero, y la prostitución ilegal; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes.

Es preciso decir que al final quien paga los platos rotos de la corrupción es el país, todo el conglomerado, la gente que se priva de servicios vitales como la salud, la educación, la vivienda e infraestructura, debido a que el dinero que puede ser empleado en brindar y optimizar esos servicios se queda en las manos de los corruptos.

Tenemos que acrecentar los esfuerzos para combatir la corrupción debido a todos los trastornos que dicha práctica conlleva. Los partidos políticos, organizaciones que ocupan en lugar de supremacía, después de la familia, en la representación de la sociedad, están en la obligación de asumir esa lucha con vitalidad y mucha energía, puesto que de ese modo no solo se logra mejorar su posicionamiento, sino que se evita el colapso del sistema democrático.

La tarea no es fácil porque la verdad es que la corrupción está enraizada de manera muy profunda en el país, como un reflejo de lo que se vive en el mundo. Pero tampoco es una tarea imposible, lo partidos tienen que acometerla con rigor porque son ellos los abanderados  del poder y las vías para su acceso.

En un ambiente de corrupción descontrolado y cimentado en la impunidad, la avenida de una crisis política está siempre presente como una consecuencia de los males económicos y de las precariedades sociales, lo que no es beneficioso para nadie.