Por Sergio Acevedo.
Uno de los problemas que impactan nuestra democracia de manera negativa, es la existencia de partidos que aunque proclaman su adhesión a la democracia, su praxis está regida por el autoritarismo, circunstancia esta que le resta credibilidad a la organización a la hora de tomar posiciones con relación a la aplicación de prácticas democráticas en el diario vivir de las organizaciones.
Por Sergio Acevedo.
Uno de los problemas que impactan nuestra democracia de manera negativa, es la existencia de partidos que aunque proclaman su adhesión a la democracia, su praxis está regida por el autoritarismo, circunstancia esta que le resta credibilidad a la organización a la hora de tomar posiciones con relación a la aplicación de prácticas democráticas en el diario vivir de las organizaciones.
La democracia interna no se aplica en las organizaciones políticas que integran nuestro ordenamiento, los partidos están regidos por una élite gobernante que es la que decide todo a lo interno de la organización, y es el único grupo con capacidad real para decidir en base a sus propios intereses y solo utiliza a las masas partidarias para legitimar las decisiones que la élite adopta de manera unilateral.
El fenómeno de las elites es consustancial a todos los partidos políticos de nuestro sistema y, paradójicamente, es en los partidos minoritarios, los llamados emergentes que no son emergentes para nada, donde el fenómeno adquiere mayor dramatismo porque sus líderes actúan como si fueran dueños de una finca ganadera, ellos lo deciden todos sin ningún tipo de consulta y, al final del mamotreto, celebran una “convención” en la que se certifica todo lo que propone el “dueño” sin ningún tipo de objeción.
El PLD está regido por un Comité Político que ha estado dirigiendo a esa organización desde hace aproximadamente 30 años y, lejos de que ese partido celebre elecciones participativas y competitivas para renovar su alta dirigencia, lo que se hace es incorporar personas que gozan de la confianza y el aprecio de los dirigentes máximos, pulverizando las aspiraciones naturales de cientos de miles de dirigentes que aspiran a pertenecer a ese importante organismo.
El PRD, sin lugar a dudas es el partido de mayor tradición democrática del país, fue el primero en ser fundado en 1939, y el primero en llegar del exilio para incorporarse a la lucha democrática en 1961, con apenas un par de meses de decapitada la tiranía, confiando en las garantías que le ofreció el doctor Balaguer para que retornen al país a contribuir en crear la democracia que el líder reformista se empeñó en construir y cuya tarea inició aun estando caliente el cadáver del tirano ajusticiado.
Ese gran partido se encuentra en un estado de debilidad espantoso, como consecuencia de las confrontaciones surgidas entre sus principales dirigentes hasta el punto de que su división se hizo realidad y la pujanza y la fuerza de antaño se esfumaron y convirtieron a ese gigante en un partido minoritario que logró mantener su reconocimiento gracias a la ayuda recibida por sus aliados del gobierno.
Solo hay dos partidos en el sistema nacional con grandes perspectivas para crecer y convertirse en modelos de democracia. No referimos al PRM y al PRSC. El primero tuvo la virtud de que construyó su propio padrón y celebró su primaria para elegir a su alta dirigencia y todo discurrió dentro de un ambiente de orden y participación, a pesar de las dificultades logísticas que han tenido que afrontar.
El PRSC ya eligió, desde el año pasado, su cuerpo directivo al más alto nivel y se prepara para elegir sus organismos intermedios y de bases para completar su proceso de organización en todo el territorio nacional, lo que estará listo a fines del presente año, de manera que en el 2019, año preelectoral, el partido esté listo para iniciar a selección de sus candidatos a los diferentes cargos electivos.
En todo país democrático la existencia de una oposición legítima y organizada es un requisito indispensable para garantizar el buen desempeño del partido de gobierno y el respeto a los derechos ciudadanos.
El consenso y el disenso son prácticas políticas propias de una democracia efectiva porque garantizan la convivencia, el debate, la discusión y finalmente el acuerdo en bien de todos. El recto accionar del partido gobernante es importante, pero igualmente lo es el derecho a cuestionar, a censurar a criticar, por parte de los partidos o grupos de oposición.
No puede haber democracia legítima ni plena sin ojos vigilantes y sin voces críticas. La democracia política requiere de opositores, es una exigencia, una cuestión fundamental.
El papel de la oposición es variado y depende de las circunstancias de cada sociedad. Pero básicamente, su función es controlar el ejercicio del poder, cuestionar las políticas y las decisiones de gobierno, canalizar el descontento ciudadano y aportar soluciones provechosas para mejorar todo el constructo social.
Oponerse al gobierno no significa actuar contra la democracia sino dentro de ella para promoverla y fortalecerla, no para distorsionarla.