A solo un día para que finalice la presente legislación ordinaria en el Congreso de la República, los proyectos de Ley de Partidos y Agrupaciones políticas, así como el de la Ley de Régimen Electoral, se encuentran durmiendo en los curules de la Comisión Bicameral creada para conocer ambos proyectos, sin que se vislumbre la posibilidad inmediata de que la piezas pueden despertar del sopor en que se hallan.
A solo un día para que finalice la presente legislación ordinaria en el Congreso de la República, los proyectos de Ley de Partidos y Agrupaciones políticas, así como el de la Ley de Régimen Electoral, se encuentran durmiendo en los curules de la Comisión Bicameral creada para conocer ambos proyectos, sin que se vislumbre la posibilidad inmediata de que la piezas pueden despertar del sopor en que se hallan.
Ambos proyectos habrán de perimir al pasarle dos legislaturas seguidas sin que sean conocidos, y será necesario su reintroducción en la nueva legislatura que se iniciará el 27 de febrero próximo, lo que está en veremos debido al poco interés demostrado por el oficialismo gobernante, quien controla de manera casi absoluta el órgano legislativo, en que el país cuente con esos instrumentos regulatorios para ofertarles más seguridad y equidad a los procesos electorales.
El grupo oficialista es el que mantiene el tranque y es el responsable directo de que las legislaciones no se aprobaran desde hace más de una década, debido a que este sector prefiere “competir” en un ambiente en el cual no existan reglas y ellos puedan mantenerse en el poder de manera espuria, utilizando los recursos públicos sin ningún control, comprando votos y voluntades al por mayor, desarrollando una estrategia de publicidad avasallante sin permitirles espacio a las fuerzas opositoras, tal como sucedió en el 2016, cuya ilegitimidad de sus resultados han sido demostrados.
El grupo mandante prefiere el desorden, la falta de reglas, porque en esas aguas infestadas de tiburones, él puede nadar a sus anchas debido a los controles que ejerce sobre el presupuesto, los órganos congresuales y jurisdiccionales, los medios de comunicación y los opinantes bocinas, lo que le otorga una patente de corso para mantenerse en el poder indefinidamente depredando a la República.
Es lamentable y produce una especie de nausea el espectáculo que se produce en el Congreso, la forma vil en que este poder, el principal en nuestro ordenamiento constitucional, abjura de sus responsabilidades de legislar con independencia, cuando deja sobre la mesa un proyecto de ley tan importante para nuestra democracia como el de los partidos, a la espera de que poco más de 30 personas que integran el todopoderoso Comité Político se pongan de acuerdo en un tema que si bien es importante, como el uso del padrón en las elecciones internas de los partidos, no confiere la importancia determinante del uso de los recursos, lo que le ha permitido al PLD imponerse violentando impúdicamente todos los mecanismos regulatorios en una “competencia” extremadamente desigual.
Sin embargo, es bueno apuntar que existe una luz al final del túnel y que las perspectivas de que el peledeismo gobernante sea derrotado son tangibles. Se precisa, como asunto fundamental para el logro de ese objetivo, la unidad de la oposición mediante la escogencia de un candidato común que aglutine a todas las fuerzas oposiciones en torno a un proyecto de nación y que, al mismo tiempo, pueda agrupar a los sectores disidentes del PLD, cuya franja no es pequeña según se advierte.
El gobierno va a intentar reelegirse, por esa razón no va propiciar ninguna legislación que ponga freno a sus desatinos, pero sus posibilidades en estos momentos lucen escasas por más que se empecinen. Son muchos los factores que obran en su contra y son cada vez más los sectores que lo adversan.
Lo principal es que hay una población desesperada por la inseguridad, por la corrupción, por el deterioro del sistema de salud, por la falta de empleos, los abusos en exceso que cometen las autoridades con los aumentos en el costo de la vida, la presencia descontrolada de extranjeros que sangran nuestra economía, los impuestos abusivos, el cierre de pequeños negocios por el organismo recaudador, entre otros.
A ese panorama hay que pintar la presencia de una sociedad civil contestataria que está jugando un rol importante en la actualidad levantando demandas puntuales que son sentidas por la población, y la dinámica que desempeñan los poderes fácticos mediante sus importantes denuncias, lo que permite elevar los niveles de consciencia de una población que requiere cambios urgentes.