Por Sergio Acevedo.

La lucha contra la pobreza es, más que un deber, una obligación irrenunciable de todo ente político, sin distinción alguna, porque se trata de un fenómeno que, aparte de que afecta a los individuos desde el punto de vista material, constituye el atentado más grosero que pueda recibir en su dignidad y en su libertad, la persona humana.

Por Sergio Acevedo.

La lucha contra la pobreza es, más que un deber, una obligación irrenunciable de todo ente político, sin distinción alguna, porque se trata de un fenómeno que, aparte de que afecta a los individuos desde el punto de vista material, constituye el atentado más grosero que pueda recibir en su dignidad y en su libertad, la persona humana.

El político es un promotor de cambios, un transformador de la sociedad, un dínamo del desarrollo humano y de la justicia social. No tendría objeto alguno la presencia del político en el medio social, si el mismo no está imbuido de esos atributos y dotado de esos dones, puesto que esa es su principal misión y la que le permite su trascendencia en el ordenamiento de la sociedad.

La pobreza es un problema social de envergadura al que hay que prestarle una atención especial, en virtud de todos los demás problemas que se derivan de ella. Es un fenómeno, un drama humano que afecta de manera profunda a todo el conglomerado social, debido a los trastornos que se van generando en el tejido de la sociedad, tal es el caso de la violencia, la inseguridad, la delincuencia, entre otros.

Se entiende que los ciudadanos excluidos, los que no tienen acceso al disfrute de servicios vitales como la educación, alimentos, salud, empleo, vivienda, etc están afectados por el mal de la pobreza, en ocasiones, extrema, lo que constituye un factor que invalida a la persona y trastorna la sociedad en todos los ámbitos de su dinámica.

Por lo que se trata de un drama social muy amargo, cuya solución tiene que ser también social. Y es precisamente en ese ámbito que interviene la mano del político y la acción de los partidos. Porque no se combate la pobreza aliviando sus causas, como hacen los partidos del sistema, los cuales se concentran en desarrollar política asistencialista, populista, de corte netamente electorero, sino atacando las causas que la producen.

El Partido Reformista Social Cristiano, en la persona de su líder y candidato a la presidencia de la República, ingeniero Quique Antùn, han elevado la lucha contra la pobreza como algo sacramental y están decididos a erradicar ese flagelo mediante la implementación de políticas económicas y sociales que vayan directamente hacia la potencialización de nuestro desarrollo y generen recursos para invertir en los  grupos humanos vulnerables, que han vivido marginados y excluidos del disfrute de las riquezas creadas por todos.

Como cristiano y hombre de fe, Quique Antùn, sabe que Dios creó todas las fuentes de riquezas para disfrute pleno del hombre, pero no de unos cuantos hombres, sino de todos los hombres. La naturaleza atiborrada, fuente primaria de riquezas, Dios la hizo para servicio de un hombre hecho a su imagen, en un proceso constante de crecimiento y de realizaciones en procura de su felicidad.

Y ha sido el egoísmo de unos cuantos hombres los que han desconocido la voluntad del Creador y se han hecho dueños, no sólo de los bienes materiales que nos pertenece a todos, sino de la propia voluntad y libertad de la mayoría a la cual instrumentalizan mediante mecanismos de explotación que atentan contra su dignidad.

La acumulación tiene que producirse mediante un mecanismo ético y promotor de justicia. El despojo y la corrupción son fuentes que incrementan la pobreza de la mayoría de los ciudadanos, a los cuales priva de las herramientas materiales que les permitan realizarse como seres humanos. De ahí que el PRSC y su líder, Quique Antùn, se han constituido en los únicos entes políticos opositores cuya plataforma social se fundamenta en la lucha contra la pobreza, que es una forma de liberación y de conquista del bien común.

De esa forma, tanto el líder como el partido, cumplen con el mandato divino luchando contra la pobreza, y nos hacemos cada vez más merecedores de la gracia de Dios.