Por Sergio Acevedo.

El fenómeno de la deforestación ha venido creando crisis en el país, debido a la tala indiscriminada de árboles y la extracción criminal de materiales de los ríos, lo que ha causado diversos trastornos que afectan de manera sensible la vida de los dominicanos, desde el punto de vista del clima y de la producción agrícola y ganadera.

La excesiva migración haitiana hacia el país, ha sido un factor que ha acelerado el fenómeno de la deforestación, en virtud de la propensión de esos emigrados a devastar los recursos naturales mediante la destrucción de los bosques, la tala de árboles para hacer carbón, mientras que las propias autoridades autorizan también la tumba y desmonte para fines comerciales, en una violación a la ley.

Por Sergio Acevedo.

El fenómeno de la deforestación ha venido creando crisis en el país, debido a la tala indiscriminada de árboles y la extracción criminal de materiales de los ríos, lo que ha causado diversos trastornos que afectan de manera sensible la vida de los dominicanos, desde el punto de vista del clima y de la producción agrícola y ganadera.

La excesiva migración haitiana hacia el país, ha sido un factor que ha acelerado el fenómeno de la deforestación, en virtud de la propensión de esos emigrados a devastar los recursos naturales mediante la destrucción de los bosques, la tala de árboles para hacer carbón, mientras que las propias autoridades autorizan también la tumba y desmonte para fines comerciales, en una violación a la ley.

El país ve con asombro la cantidad de camiones llenos de cortes de troncos cuasi centenarios recorriendo nuestras carreteras con la mirada cómplice las autoridades, en un comercio criminal que ya le está pasando factura al país debido a las sequías recurrentes que impiden las siembras oportunas, mientras son cuantiosas las pérdidas que reciben los productores a consecuencia de los altos costos de producción y la poca productividad de los predios.

Se precisa la intervención enérgica de las autoridades para evitar que continúen los atentados contra nuestros recursos naturales, especialmente, contra la tala de árboles y la extracción de materiales de los ríos.

Hay que detener, a como dé lugar, la tumba de árboles, esa práctica está sumiendo a la República en un desierto que dentro de poco será similar al que vive la República de Haití, y los daños que vamos a recibir serán catastróficos desde el punto de vista económico y social, debido a que la tierra es nuestra mayor fuente de vida y de riqueza.

 Los árboles son fuentes de vida, agentes imprescindibles para conservar el agua y reducir la erosión de los suelos, la reforestación es un acto patriótico que debe emprenderse cuanto antes y de manera permanente, pero también hay que tomar medidas enérgicas para evitar que se continúen derribando árboles de manera indiscriminada.

Es necesario que en el país se construya una cultura de reforestación, hay que concienciar a la gente de que la reforestación es la única arma con la que contamos para seguir manteniendo los pulmones verdes en nuestro país, sobre todo, si se toma en consideración la amenaza que pende sobre el planeta, en el cual se advierte desde ya una reducción de la calidad de vida de la  gente a consecuencia de la cada vez más prolongada escasez de agua para el consumo humano, para la producción agrícola y animal.

Así, las grandes reforestaciones pueden incluso modificar el clima local haciendo bajar un poco las altas temperaturas, creadas por el almacenamiento de energía termal en un punto concreto e intensificado por el acero y el asfalto de las grandes ciudades. Ayuda a la reducción del llamado efecto invernadero.

Hay que sembrar árboles, reforestar todas las áreas, especialmente, las cuencas de los ríos. Si no lo hacemos con la decisión e intensidad que la situación demanda, estaremos abocados a sufrir trastornos de consecuencias  funestas para la vida en el país. El gobierno tiene que poner el ejemplo.

Las autoridades no deben permitir la tumba de árboles bajo ningún concepto, y mucho menos, para hacer carbón que es el combustible que utilizan los haitianos, tanto los que viven de manera ilegal en el país  -que son muchos cientos de miles- como los que viven en su país, hacia los cuales van nuestros árboles convertidos en carbón.

Hay que decirle al país la magnitud del problema y convocar a sus fuerzas vivas para desplegar una acción de reforestación en todo el territorio nacional, única forma de preservar la vida de los dominicanos y de los propios haitianos que se alimentan con los bienes que producimos en nuestro territorio.