La unidad de la oposición es un reclamo impostergable de la sociedad dominicana, reclamo que es viable y que, por lo tanto, debe de ser atendido por los diversos grupos políticos que se preparan a participar en el torneo electoral de mayo 15.
Por Sergio Acevedo.
La unidad de la oposición es un reclamo impostergable de la sociedad dominicana, reclamo que es viable y que, por lo tanto, debe de ser atendido por los diversos grupos políticos que se preparan a participar en el torneo electoral de mayo 15.
La realidad social y política nacional revela que los partidos de oposición por sí solos no están en capacidad de cambiar la correlación de fuerzas actuando de manera aislada, mientras que esa misma realidad revela que si se produce una conjunción de fuerzas que patentice una unidad sin fisuras, las perspectivas de éxitos no solo son evidentemente tangibles, sino que expresan una garantía absoluta de un triunfo arrollador, sin importar los cuantiosos recursos que la reelección utilice con el propósito vano de apabullar a la oposición..
Desde luego, plantear la unidad sin condiciones no es posible dentro del actual contexto, pero la verdad real es que esa unidad puede construirse sobre la base de un acuerdo de amplia base en donde estén contempladas las principales demandas de la sociedad en materia política, social y económica, algunas se han mantenido por más de 50 años sin que los gobiernos que han estado al frente de la dirección del Estado en ese intervalo de tiempo, se hayan preocupado por implementar medida alguna para resolverlos.
Se impone, pues, que todos pongamos nuestro granito de arena en aras de lograr consolidar un polo de poder con la presencia de los diversos grupos opositores y las organizaciones civiles que demandan cambios en la sociedad. Tenemos que conformar la unidad sobre la base de un compromiso de nación, porque si en verdad tenemos retos para alcanzar metas entre todos, es preciso señalar que de manera urgente los dominicanos tenemos el compromiso y la obligación de sacar del poder al PLD en lo inmediato, debido al peligro que representa el mantenimiento de esa agrupación al frente de la dirección pública.
Se trata de un partido de naturaleza autocrática, que ha prostituido y degradado la vida del país de manera vergonzosa y que su mantenimiento en la dirección del Estado nos conducirá, irremisiblemente, hacia el abismo, debido a su incapacidad demostrada durante su largo ejercicio para implementar políticas de desarrollo en beneficio del país, así como por su manifiesta propensión a utilizar los recursos públicos en su provecho y para aplastar a la oposición.
El PLD es un partido que no cree en la democracia, todo su accionar ha estado orientado a enriquecer a sus dirigentes y a construir, desde el poder, un cartel mafioso que controla todos los estamentos de la vida nacional con el marcado propósito de agenciarse recursos públicos de manera impúdica, a costa del deterioro de los servicios por los cuales los ciudadanos pagan y con el exclusivo interés de perpetuarse en el disfrute del poder.
Estamos, pues, frente a una peligrosa e insaciable mafia del poder, que controla todos los mecanismos de interrelación institucional, que ha degradado los poderes públicos y la vida social, que ha patrocinado los esquemas de corrupción más obscenos, que ha endeudado el país hasta el paroxismo, que ha destruido el sistema de partido mediante la compra de sus dirigentes, en fin, que ha distorsionado la vida de los dominicanos, ahondando las diferencias sociales, la iniquidad, la exclusión, la inseguridad y, lo que resulta peor, ha acelerado el crecimiento de los cordones de indigencia en el país, mientras sus dirigentes viven como príncipes, con grandes fortunas extraídas de los fondos públicos y bajo la egida de un blindaje judicial que les garantiza impunidad en todas sus acciones deleznables.
Quienes nos gobiernan están borrachos de poder y desde hace tiempo están que ni siquiera guardan las apariencias en materia de corrupción. Sus desmanes los cometen de manera abierta y a la franca, porque no estamos en presencia de un equipo de servidores públicos, sino de traficantes de influencias que reciben ingresos personales por cada decisión que toman, que manipular aviesamente los procesos con el fin de aumentar sus beneficios torcidos.
Se trata de una pandilla insensible ante el drama de miseria y dolor que sufre este pueblo hambriento y desprotegido, por la horda truculenta y maligna que nos somete, socialmente más despreciable y dañina que el narcotráfico, por lo que hay que sacarla del Palacio mediante la unidad de toda la oposición y para que esa unidad se traduzca en votos, porque tenemos el compromiso de rescatar la democracia y la institucionalidad, sin las cuales es imposible el logro de las metas que nos conduzcan hacia un estadio de democracia, libertad, seguridad y bienestar colectivos.
Hay razones para unirnos que superan nuestros protagonismos y nuestros intereses legítimos hacia la trascendencia en el plano político. El país nos reclama, porque cada voto que logremos estructural en favor del cambio, es un pedazo de nuestra patria que nos autentifica y nos valida como actores de primer plano para acometer la ingente tarea de modificar este cuadro de oprobios y darle apertura a un esquema de democracia verdadera, de renovación de nuestras instituciones para que sirvan al país, de impulsar un modelo económico que genere empleos, salarios justos, protección social y desarrollo humano con equidad.
Tenemos que detener la alocada carrera de endeudamiento público que ha hipotecado el país y nos impide invertir en bienes de capitales para generar riquezas. Nos urge erradicar por completo los robos y asaltos que nos mantienen en un creciente estado de inseguridad, los asesinatos, especialmente, aquellos que se producen contra mujeres indefensas. En fin, necesitamos la unidad de la oposición para reencausar nuestro país y llevar a su gente al disfrute de un bienestar sostenido que nos restaure la alegría y nos haga felices.
La unidad tiene que ser impostergable, son más los motivos que nos unen que los que nos alejan, debemos hacer el esfuerzo asimilando el principio de unidad dentro de la diversidad, unirnos, crear un polo de poder para el cambio, no solo con fines electoralista. La oposición está llena de hombres y mujeres con grandes virtudes, personas con una amplia hoja de servicios al país, honestas sin remilgos, patriotas inmaculados. Por eso, lo mejor de la sociedad requiere unirse, para expulsar del poder a los más ruines y mezquinos, y así tendremos una patria para todos.