Por Sergio Acevedo.

El renegado reformista, Huberto Salazar, en su tronchado afán de descalificar al Partido Reformista Social Cristiano y, de manera especial, a su líder indiscutido, ingeniero Quique Antùn , la emprende contra nuestra organización, pretendiendo ironizar con el juicio que se sigue en el Tribunal Disciplinario  contra tres altos dirigentes de nuestra organización, bajo la seria acusación de haber violentado disposiciones previstas en nuestros estatutos,

Por Sergio Acevedo.

El renegado reformista, Huberto Salazar, en su tronchado afán de descalificar al Partido Reformista Social Cristiano y, de manera especial, a su líder indiscutido, ingeniero Quique Antùn , la emprende contra nuestra organización, pretendiendo ironizar con el juicio que se sigue en el Tribunal Disciplinario  contra tres altos dirigentes de nuestra organización, bajo la seria acusación de haber violentado disposiciones previstas en nuestros estatutos, así como decisiones adoptadas por la alta dirección del PRSC.

Salazar, muerto de envidia y obnubilado por la impotencia debido a que no ha podido desvirtuar el proyecto de un nuevo reformismo diseñado y motorizado por Quique Antùn, el  discípulo más prestante y aventajado de Balaguer, lanza sus dardos envenenados, mediante un manejo torpe de la burla e ironía, bajo el pretexto de defender a tres reformistas que han sido traducidos al Tribunal Disciplinario de nuestro partido, bajo la acusación de violaciones flagrantes a la disciplina partidaria y a los estatutos de la entidad.

Todo el que conoce la manera perversa de la actuación política de este personaje silvestre, sabe que la defensa de los enjuiciados no es la razón de la sarta de diatribas y epítetos calumniosos de Salazar, sino que él es un instrumento maligno que sigue al pie de la letra las instrucciones de su único líder, Leonel Fernández, quien no es un secreto para nadie que desde hace tiempo ha venido maquinando con el deliberado propósito de destruir al PRSC, un partido que está destinado, por imperativo de la historia, a jugar un papel protagónico en la construcción de nuestra democracia, así como en la promoción de un desarrollo equilibrado y justo como aspiramos los dominicanos que luchamos por la conquista del bien común.

Salazar no se ha enterado de que el PRSC es un partido nuevo, dinámico, disciplinado. Un partido que ha cambiado sus métodos de trabajo y que se está nutriendo de nuevos valores para incidir positivamente en la actividad política. Un partido en el cual sean los organismos formales los que hablen y resuelvan en un ambiente de plena libertad y democracia para que las mayorías decidan y las minorías acaten disciplinadamente las decisiones.

La época del “galloloquismo” se terminó en el PRSC, todos los integrantes de la organización deben someterse a la disciplina porque ningún dirigente, por encumbrado y copetudo que sea, está por encima del partido. Este es un partido que avanza hacia un estadio de amplia participación de su gente en la consolidación de la entidad y para convertirla en una opción válida de poder que logre diferenciarse del partidarismo tradicional que ha hecho una verdadera apostasía de sus principios y doctrinas.

Es un partido que quiere llevar a la práctica el lema contenido en su declaración  de principios y en su escudo de “sin injusticia, ni privilegios”, porque no es justo que mientras miles de jóvenes y mujeres reformistas están lanzados a las calles organizando y buscando el voto para su partido, un grupito de privilegiados esté pontificando sobre decisiones políticas que corresponden a los organismos competentes de conformidad con los estatutos y que, en su momento, habrán de pronunciarse en el sentido que resulte más conveniente a los intereses del país y del partido.

Salazar que no continúe inoculando su veneno, porque el PRSC sigue su marcha ascendente tutelado por Quique Antùn, aunque te duela admitirlo, la verdad es una “nadie nos va a desviar del camino hacia las metas”. Estamos haciendo un partido nuevo, para un nuevo comienzo, un partido de trabajo y de decencia, un genuino intérprete de los anhelos populares, un refugio para los valores humanos, no para el oportunismo y servilismo.