Por Sergio Acevedo.
Desde hace algún tiempo las autoridades dominicanas han estado tanteando la posibilidad de gravar, con una carga impositiva, los vestuarios, alimentos y utensilios de uso domésticos que los dominicanos residentes en el exterior envía, con una relativa frecuencia, a sus familiares en el país, como forma y manera de mejorar las condiciones de vida de esos familiares, parte de ellos viven atrapados dentro de una miseria secular.
Por Sergio Acevedo.
Desde hace algún tiempo las autoridades dominicanas han estado tanteando la posibilidad de gravar, con una carga impositiva, los vestuarios, alimentos y utensilios de uso domésticos que los dominicanos residentes en el exterior envía, con una relativa frecuencia, a sus familiares en el país, como forma y manera de mejorar las condiciones de vida de esos familiares, parte de ellos viven atrapados dentro de una miseria secular.
El gobierno, dentro de sus ambiciones fiscales, ha estado amagando con gravar esos utensilios y ha sido la firme protesta de los hermanos residentes en el exterior, junto a un respaldo unánime de las masas pobres que habitan en el país lo que ha permitido abortar los intentos abusivos e injustos de un gobierno voraz.
El gobierno no se ha detenido a analizar la parte social y humana de esos regalos que han contribuido decididamente a amortiguar las grandes penurias de unos familiares nativos, muchos de los cuales viven en condiciones de indigencia.
Siendo esos pequeños envíos, juntos a las remesas que religiosamente remiten todas las semanas, han constituido la panacea, el mecanismo idóneo para aliviar las condiciones de vida de sus parientes, a los cuales les sería prácticamente imposible subsistir dignamente sin esos aportes que les hacen los hermanos que residen y trabajan en el exterior.
Solo hay que ver que las remesas por si solas se han convertido en el segundo renglón de ingresos de dividas en el país, y desde ya se está aproximando a un 10% del PIB, lo que supera grandemente todas las inversiones que se hacen desde las zonas francas, las exportaciones, así como la inversión extranjera que tanto se ha venido cantaleteando en el país.
Entonces, constituye una mezquindad y una avaricia extrema, que el gobierno grave con nuevos impuestos esos envíos, los cuales desde el punto de vista de los ingresos que pueda recaudar el Estado no serían significativos y su contribución al desarrollo del país sería, objetivamente, nulo.
Lo que si son fuente de bienestar y desarrollo son las remesas, esas transferencias de dólares que hacen los dominicanos inmigrantes sí tienen valor y repercusión en el crecimiento del PIB y en la mejoría general del país.
Lo primero es destacar el impacto positivo que producen las remesas en el mantenimiento de una tasa de cambios relativamente estable, en la balanza de pagos, en la importación de combustible, bienes de consumo, servicio de la deuda, la liberación de los índices de `pobreza, el acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, etc. de parte de los ciudadanos que reciben esa forma de donación de sus familiares en el exterior.
Y, ciertamente, que las remesas son donaciones al país, puesto que los gobiernos no tienen que tener una contrapartida materializada en servicios para los donantes. Se trata de gente que no acuden a los centros educativos en el país, ni a los hospitales, ni transitan por las carreteras, ni consumen agua, electricidad, ni ningún otro servicio que por lo regular son subsidiados en alguna proporción.
Entonces, ¿por qué razón o motivo el gobierno insiste en gravar los trapos y los alimentos que envían los residentes en el exterior a sus familiares?. Se trata de algo intangible, sin una explicación válida, porque no me parece que eventualmente pudieran ser significativas las recaudaciones que se obtengan por este capítulo.
Es como si el gobierno odiara a los remitentes de remesas debido a que siempre están buscando un motivo, una brecha por donde colar la represión, el desprecio hacia una masa humana que trabaja duro y vive en medio de sacrificios tremendo para ayudar a sus familias en el país y para contribuir al desarrollo nacional.
Los dominicanos en el exterior tienen un poder que debe ser utilizado provechosamente en su favor, ellos tienen que darse cuenta de que son más poderosos que las transnacionales que explotan nuestro oro y demás riquezas nacionales, lo mismo que su poder supera el de los empresarios que invierte unos pesitos y reciben a cambios miles de millones de pesos en exenciones impositivas y en exoneración de combustible, maquinaria y materia prima.
Ese es un poder que debe ser utilizado sin demoras, que no se quede en el tintero como lo fue el voto en el exterior, el cual no ha sido explotado desde el punto de vista político. Simplemente ha servido para que un grupito de diputados de los diferentes partidos tengan unos ingresos adicionales, ninguno de ellos se han hecho sentir, nunca han presentado proyecto alguno que procure el crecimiento social, económico y político de nuestros compatriotas.
Llegó el momento de que nuestros paisanos se organicen en instituciones que sean representativas de sus intereses. No pueden continuar medrando alrededor de entidades políticas que no ofrecen ninguna solución a sus problemas. Tienen que organizarse como grupo transcultural y luchar por reivindicaciones puntuales que tiendan a neutralizar los efectos de la explotación que contra ellos ejercen el gobierno, los bancos y casas de cambios con el traslado de las remesas.
Necesitan contar con asesoría idónea para invertir en el país sus ahorros en pequeñas empresas, en compra de viviendas, fincas y demás proyectos de desarrollo.
El poder de los residentes en el exterior es monumental, ya que las remesas que envían consolidan las reservas en divisas, superan tremendamente la producción de divisas de todas las zonas francas, el dinero de las remesas se queda en el país, mientras que las zonas francas transfieren los dólares que producen hacia sus matrices en el exterior, lo mismo sucede, en gran medida, con el turismo. Los dólares generados por esta actividad se quedan fuera del país.
Entonces, con ese poder tan enorme, nuestros compatriotas no pueden estar mendigando dádivas gubernamentales, sino exigiendo participación protagónica en la dinámica económica, política y social del país.
No es pidiendo la exoneración de los trapos, sino exigiendo facilidades para la inversión, para la compra de viviendas en un ambiente de clase media, para recibir tratos justos en aduanas cuando vengan a visitar sus familiares y traigan sus regalitos, como es natural. En el 2016, año de elecciones, el gobierno dispuso exonerar los regalos en la navidad hasta la cantidad de 3 mil dólares, sin embargo, al año siguiente lo redujo a 1500 dólares, en una actuación típicamente de demagogia electoral.
Los dominicanos residentes en el exterior tienen dos armas poderosas, las remesas y el voto, tienen que utilizar esas herramientas para crecer y darse a respetar. Ustedes son unos próceres de la República, son ciudadanos eminentes, insignes que merecen ser tratado a la medida de sus aportes para el engrandecimiento del país.