Por Sergio Acevedo.

El término cartel tuvo su origen en Alemania, a fines del siglo XIX, y consistía en una agrupación de ciudadanos que respaldaban la política del canciller Bismarck, aunque posteriormente fue modificándose hasta devenir en una definición de carácter económica y financiera.

Con el término se designó a las entidades y empresas formadas con el propósito de controlar la producción y comercialización de determinados productos en el mercado, generalmente de consumo masivo, con una deliberada tendencia hacia el monopolio y el trust.

 

Por Sergio Acevedo.

El término cartel tuvo su origen en Alemania, a fines del siglo XIX, y consistía en una agrupación de ciudadanos que respaldaban la política del canciller Bismarck, aunque posteriormente fue modificándose hasta devenir en una definición de carácter económica y financiera.

 

Con el término se designó a las entidades y empresas formadas con el propósito de controlar la producción y comercialización de determinados productos en el mercado, generalmente de consumo masivo, con una deliberada tendencia hacia el monopolio y el trust.

Se trata de acuerdos entre empresas  que fabrican o distribuyen los mismos productos, las cuales se prevalecen de diversos artificios para suprimir la competencia y establecer precios excesivos en perjuicio de los consumidores.

El daño que sufre la población, especialmente los sectores más pobres, es enorme, porque la concentración elimina la competencia y, consecuentemente, desaparecen los controles en los precios.

Esto significa que los consumidores tienen que reducir su poder de compra y de consumo porque cada vez que se produce un aumento de precio en los productos, sin importar su naturaleza, los pobres sufren debido a que no existe en el país  ningún mecanismo de indexación de los salarios que les permita recuperar la parte que les roban los que controlan la cadena de comercialización.

En nuestro país la situación es cada vez más dramática y más angustiosa para los pobres, porque no se trata de acuerdos entre comerciantes y productores que a la vez venden sus productos, sino que en el cartel están involucradas figuras importantes de los que diseñan la política desde el gobierno, los cuales también participan en los negocios permitiendo que cada vez los productos lleguen a mayor precio al consumidor final.

¿Cómo se explica que en nuestro país, existiendo tantas empresas dedicadas a la fabricación de cemento, todas tengan el mismo precio de venta? Obviamente que hay una distorsión clara en la comercialización que va en detrimento de los consumidores. Porque no es verdad que todas tienen el mismo costo de producción, ni de distribución. Esos costos varían hasta por la ubicación geográfica de las empresas, sin embargo, los precios de venta son los mismos y cuando varían es hacia arriba.

El mismo fenómeno se observa en los supermercados, todos venden igualmente caro y los consumidores no saben qué hacer con los pocos pesos disponibles, a no ser reducir el consumo, lo que se refleja en su calidad de vida, en el deterioro de su calidad de vida, mientras los integrantes del cartel llenan cada día más sus bolsillos.

¿Qué hacer?, esa misma pregunta se hizo Lenin en los prolegómenos de la formación y organización del partido.  Lenin presenta propuestas concretas sobre la organización y la estrategia que debe seguir un partido revolucionario.

En nuestro caso, que somos un partido revolucionario de inspiración cristiana, tenemos que levantar la bandera de Balaguer en materia de defensa de la economía popular. En la actualidad es imposible diseñar una política de control de precios debido a que no todos los productores tienen el mismo costo en la producción de sus bienes, pero existen mecanismos alternativos que favorecen el control mediante mecanismos compactibles con la práctica económica.

Cuando se producía alguna escasez de los productos de la canasta básica, Balaguer acudía a la importación de esos bienes en la cantidad necesaria para satisfacer la demanda en el caso de que se tratara de una escasez causado por problemas en la producción, sin que esas importaciones perjudicaran a los productores.

Cuando se trataba de escasez motivada por delirios especulativos, Balaguer utilizaba la legitimidad de su poder para corregir esa distorsión. INESPRE, en los gobiernos de Balaguer, jugó un papel importante en la estabilización de los precios: le garantizaba precios rentables a los productores y un margen de ganancia justa a los intermediarios. Así, los bienes llegaban a la población a precios asequibles y se mantenía algo similar a una competencia perfecta en todos los eslabones de la cadena.

Lo que sucede en la actualidad es que el afán de lucro del capitalismo salvaje, ha desarticulado la producción y  comercialización de los productos, sobre todo luego de la intervención del poder político, el cual no se conforma ya con el porcentaje recibido en función de los trámites burocráticos, sino que ya son partes importantes del negocio y, en ocasiones, compiten ventajosamente con los tradicionales empresarios.

 

Nuestro partido, que es un abanderado del bien común, tiene que retomar esa bandera enarbolada por Balaguer y defendida con uñas y dientes. La defensa a los consumidores, sobre todo a los más pobres, es un imperativo que nos convoca a la acción, ya que estamos desprotegidos, los ingresos de los ciudadanos permanecen estáticos desde hace muchos años a consecuencia de la resistencia de los empresarios y del propio gobierno a redituar esa demanda.