Por Sergio Acevedo

En  el campo de la política, como en de la empresa y otras actividades similares, los liderazgos se van formando como resultado del trabajo y la persistencia, entre otros elementos. 

Por Sergio Acevedo

En  el campo de la política, como en de la empresa y otras actividades similares, los liderazgos se van formando como resultado del trabajo y la persistencia, entre otros elementos. Mientras más persistente sea el esfuerzos, mayores serán los resultados, porque está demostrado que ningún ente construye liderazgo sentado en su casa.

Los líderes se van erigiendo todos los días, como consecuencia de un desarrollo dialéctico que va de lo pequeño a lo grande; sobre todo, esos liderazgos formidables que influyen de manera determinante en los procesos, y que son capaces de cambiar la dinámica de los propios acontecimientos.

El liderazgo de Quique Antún responde a esos requerimientos. No nació de un día para otro; sino que el mismo es el resultado de un proceso de trabajo tenaz, sistemático, coherente y respondiendo a una meta precisa dentro del tiempo y el espacio.

La tarea no le ha sido fácil, porque Quique es de esos líderes visionarios, prácticos, valientes, contestatarios y auto suficientes. Por eso, no se detiene ante las adversidades y sigue su camino hacia la conquista de su meta, sin importar los obstáculos que tenga que salvar en el trayecto.

Quique ha sido víctima de muchas celadas; en su contra, se han levantado diques y murallas, tratando en vano de detenerlo. Pero, de todas las zancadillas erigidas en su contra, ha salido airoso, impertérrito, con su honor y  su nobleza en alto, convencido de que ninguna escaramuza lo va a apartar de un centímetro del logro de su meta.

Quique ha sido víctima de la envidia de mucha gente de su generación, de mucho jóvenes contemporáneos que siempre aspiraron a ejercer una supremacía y una influencia en la vida partidaria sin salir de la casa de Balaguer, medrando a la sombra del líder, pero sin ninguna influencia en las masas y sin ningún poder más allá del que le proporcionaba los múltiples cargos que desempeñaron en la administración pública.

La rivalidad y  la envidia siempre han estado presentes en la acción política, porque se trata de una actividades marcada por los intereses, siempre contradictorios. Son muchos los mediocres y timoratos que aspiran a jugar roles importantes en la dinámica social sentados en sus casas, sin hacer los aportes requeridos en materia de trabajo y sacrificios; por eso fracasan en el empeño y son consumidos por las llamas del olvido.

Hay quienes critican a Quique Antún, impávidos, y deslumbrados ante el crecimiento político que el líder reformista ha tenido de una manera sostenible e indetenible. Pero se trata de gente que ha vivido una vida muy apacible, que no han sufrido los golpes de la política, que no han sembrado, por lo que nunca podrán cosechar, porque está perfectamente demostrado que en política “el que siembra cosecha, y el que trabaja, lo ve”.

Y ni hablar de la ausencia de atributos y vocación para el trabajo político, para el cual se necesita tener ángel, carisma, lo que le sobra a Quique. El líder posee una gracia tremenda para convencer, un atractivo penetrante que le permite llegar a la gente y cautivarla. Por eso tiene tantos amigos y muy pocos adversarios.

Lo de Quique no ha sido un regalo. Su crecimiento y liderazgo han sido fruto de un trabajo arduo y tesonero, que se inició desde el mismo momento en que vino al país, siendo un adolescente, con su título de ingeniero,  se dedicó al trabajo político desde la presidencia de la Juventud Reformista –todavía no era Social Cristiana- a partir de esa posición fue creando los cimientos en los cuales se sostiene su poder político y su liderazgo portentoso.

No hay metro de tierra alguno de la geografía nacional que él no recorriera, organizando a los jóvenes y reclutando nuevos adherentes para la causa reformista, principalmente dentro de los muchachos que militábamos en la izquierda revolucionaria, los que no comulgábamos con las expresiones de violencia que acusó el movimiento revolucionario en aquel entonces, y que vimos desde temprano en el doctor Balaguer la vía prístina para alcanzar la revolución anhelada por vía pacífica y sin derramar una sola gota de sangre.

Quique Antún ha sido un político exitoso, porque es un trabajador a tiempo completo, porque es un hombre  aguerrido y tenaz, porque nunca se ha amilanado ante las adversidades, porque ha obrado con inteligencia y perspicacia,  toreando los inconvenientes e imponiéndose a los trastornos. Sus adversarios medrosos han levantado infinidades de blasfemias, pretendiendo anularlos; pero, en cada una de esas emboscadas, él ha salido más fortalecido.

El trabajo ha sido la clave que ha coronado el éxito en el liderazgo de Quique, nadie le ha regalado nada, ni tampoco tuvo las oportunidades de otros que desempeñaron posiciones estelares en el tren gubernamental, sin lograr ningún tipo de influencia, excepto la influencia que se deriva de los cargos desempeñados.

El ángel de Quique es natural, emana de su persona, de su trato con la gente, de su estilo de manejarse con los demás. Siendo un burgués de origen, se mantiene con humildad, no hace ostentaciones que laceren los sentimientos de la multitud, es un humanista solidario que se conmueve ante el drama de la pobreza, que respeta la dignidad de las personas y que posee una inconmensurable capacidad de perdonar los más torvos agravios.

Por eso es líder, y lo seguirá siendo mientras vida tenga, no es un improvisado, es un hombre que se ha preparado dentro del tiempo y el espacio para desempeñar roles estelares en la política y en la vida. En la actualidad, está construyendo un partido nuevo, un partido que habrá de convertirse en el referente e interlocutor fundamental de las demandas nacionales. Un nuevo PRSC que sea un soporte de la democracia, pero a la vez, trabaje y luche por cambiar la sociedad, escalando niveles de justicia y de bienestar para todo el conglomerado.

Esa sola obra habrá de reservarle un lugar de prestancia, porque el nuevo reformismo es una demanda de la sociedad, un imperativo de la democracia que se justifica hoy más que nunca, porque nuestro país está desprotegido y la ciudadanía no cuenta con un auténtico instrumento político que le brinde respaldo en estos momentos aciagos que tantas amenazas penden contra la salud de la República.

Y, finalmente, Quique Antún  está definitivamente listo para desempeñar el poder. Si Dios lo ayuda a alcanzar esa meta, no tengo la menor duda de que hará un excelente gobierno orientado, fundamentalmente, hacia el bienestar de la gente, porque es un hombre sensible, ubicado en el tiempo, preparado y ejercitado en el manejo de la empresa pública, con un referente rico en realizaciones y, como Balaguer, austero.

Los reformistas tenemos un líder formidable que constituye la esencia pura del Balaguerismo revolucionario, pero moderno y sintonizado con los tiempos en que vivimos. Tenemos una oportunidad de oro que debemos aprovecharla, por eso debemos aprovechar a Quique; en ese líder emergente está la única posibilidad tangible de que podamos hacer un nuevo partido y de llegar al poder para hacer la revolución sin sangre. Aprovechemos a Quique.