Por Sergio Acevedo.

No.1

Al cumplirse un aniversario más del nacimiento del líder histórico de nuestro partido, doctor Joaquín Balaguer, el momento es propicio para que de una vez por todas, los sectores políticos y sociales comprometidos con su ingente obra de gobierno, demos un paso al frente en la defensa de ese inmarcesible legado ofrendado por Balaguer para beneficio de las generaciones presentes y venideras.

Por Sergio Acevedo.

No.1

Al cumplirse un aniversario más del nacimiento del líder histórico de nuestro partido, doctor Joaquín Balaguer, el momento es propicio para que de una vez por todas, los sectores políticos y sociales comprometidos con su ingente obra de gobierno, demos un paso al frente en la defensa de ese inmarcesible legado ofrendado por Balaguer para beneficio de las generaciones presentes y venideras.

Es el momento preciso para que los herederos políticos de Balaguer derrotemos, con los sólidos argumentos de la verdad, a esos reductos de pseudos intelectuales que no desestiman oportunidad para apostrofar la dimensión histórica del líder y que tradicionalmente han hecho del anti balaguerismo una profesión de la cual han recibido pingues beneficios.

Como carecen de elementos concretos y sostenibles desde una tesitura práctica para negar la grandeza de su obra al frente de la dirección del Estado, utilizan el mecanismo burdo de increparlo   atribuyéndole responsabilidad en los dolorosos actos de violencia acontecidos durante el denominado gobierno de los 12 años, con lo que intentan, de un modo fallido, estigmatizar la ciclópea obra.

Lo primero es que hay que precisar que la violencia de los 12 años no la produjo Balaguer, él la encontró a su llegada al poder en 1966  y la misma fue consecuencia de múltiples factores que influyeron en aquel entonces para que se produjera ese efecto indeseado.

Balaguer llega al poder en 1966 en medio de una vorágine de violencia que se sucedió en el país desde el mismo momento del golpe de Estado que derribó al profesor Juan Bosch, violencia que alcanza su clímax durante la guerra civil de 1965, acontecimiento que provocó la derrota civil y militar de los grupos oligárquicos y militares  que depusieron a Bosch bajo los auspicios de los gringos, y que motivo la intervención directa del poder extranjero para frustrar el movimiento de retorno a la constitucionalidad enarbolado por el pueblo en arma.

Balaguer, para aquel entonces, estaba fuera del país, al igual que el profesor Bosch, ambos sufrían la crueldad del exilio y la hostilidad de un gobierno que permanentemente les negó la entrada al país a esos líderes políticos, los más importantes para la época y los que posteriormente devinieron como las figuras más fulgurantes de los últimos 50 años, monopolizando las simpatías de los dominicanos hasta el momento de sus muertes.

Balaguer, a diferencia de Bosch, retornó al país en medio de la guerra fratricida. Aprovechando que su madre estuvo enferma solicitó un permiso al gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por el general Imbert Barrera, el cual accedió a permitirle la entrada por unos días para que el líder estuviera con su madre enferma.

Vencido el plazo otorgado, el gobierno de Imbert desató una ola de presiones y amenazas demandando la salida de Balaguer del país, a lo que este se opuso virilmente argumentando su derecho como dominicano a vivir en su tierra y desafiando la autoridad de un gobierno ilegal, sostenido por los invasores. Este gobierno cesó las presiones cuando Balaguer amenazó con irse a la zona Constitucionalista, escenario donde operaba el gobierno de Caamaño, el cual estaba revestido de la legitimidad que le otorgó la Asamblea Nacional, conforme al procedimiento establecido por la Constitución del 1963.

Vale la pena apuntar que el Partido Reformista, nombre de entonces, participó en la lucha constitucionalista, movimiento que contó con la simpatía y colaboración de Balaguer. Varios líderes fundadores, entre los cuales se menciona a Manolìn Jiménez, y Leopoldo Pérez Sánchez, lo mismo que líderes militares seguidores de nuestro líder, estuvieron en la zona, luchando con las armas en las manos, por el retorno a la constitucionalidad.

Con la instalación del gobierno de Héctor García Godoy se puso fin a la guerra mediante un acuerdo suscrito entre las partes en conflicto y bajo el patrocinio de la OEA. La misión de dicho gobierno era, esencialmente, la de organizar unas elecciones que permitiera la restauración de la constitucionalidad y la reconstrucción del país, el cual estaba en una ruina total, hasta el punto de que no se contaba con recursos siquiera para pagar la nómina de los empleados públicos, los que eran suplidos por la OEA. El país estaba peor de lo que esta Haití en estos momentos.

En la próxima entrega vamos a examinar el fenómeno de la violencia, que es el aspecto fundamental de este trabajo.