Por: Ricardo Espaillat
Nuestra nación debe en gran parte su libertad, su progreso y su desarrollo, a la calidad de los hombres que históricamente la conformaron.
Por: Ricardo Espaillat
Nuestra nación debe en gran parte su libertad, su progreso y su desarrollo, a la calidad de los hombres que históricamente la conformaron.
Si hoy somos un país libre, es porque un grupo de hombres comprometieron su palabra y la cumplieron, arriesgando en ocasiones sus propias vidas.
Un solo evento, protagonizado por Juan Isidro Pérez ilustra hasta donde éramos capaces los dominicanos de honrar nuestra palabra. El ilustre prócer, hizo desviar el buque que lo llevaba al exilio en Europa, amenazando con lanzarse al mar si no era complacido. Su único deseo era ser conducido, una vez en las costas de Puerto Plata, a la fortaleza de San Felipe, donde se encontraba Duarte en condición de prisionero.
Cuenta la historia que una vez frente a Duarte y todavía encadenado, Juan Isidro Pérez, emocionado con su mentor, le dijo: “Sé que vas a morir y, cumpliendo mi juramento, he venido a morir contigo”.
Igual de impresionante como inspirador, es aquel suceso ocurrido durante la guerra de la Restauración en el que el poeta Eugenio Perdomo, junto a otros buenos dominicanos, fue apresado en la cárcel del palacio de Santiago y condenado a muerte por protestar abiertamente en contra de la anexión.
La noche antes de ser fusilado, el guardia a cargo de los condenados le dio permiso al poeta Perdomo para que fuera a su casa y se despidiera de su mujer. Eugenio Perdomo salió sin ser custodiado rumbo a su casa, donde se despidió con un beso de su mujer, regresando de inmediato a la cárcel desde la que iba a ser conducido al día siguiente al lugar de su fusilamiento. Nobilísimo por el guardián que creyó en la palabra de Perdomo y grandioso por parte del poeta que cumplió con su palabra empeñada. Eso éramos los dominicanos, hombres de palabra.
Si hoy los dominicanos no confiamos en nosotros mismos, es porque hemos sido repetidas veces engañados, y hemos ido perdiendo con eso, no solo nuestro vinculo de hermandad, sino además nuestra esperanza como pueblo y como nación.
Cuando das tu palabra a tu vecino, por ejemplo, y le cumples, eso crea confianza de él hacia ti, y va formando incluso un vinculo de hermandad entre ambos; anidando en el pensamiento del vecino la idea inequívoca de que mi amigo, mi hermano, me cumple!. y es tu conducta, que provoca esa reflexión en el vecino, la que permite que ese vecino pueda contar contigo para cualquier gran proyecto en el futuro, y que a la vez tú puedas contar con él.
Por el contrario, cuando ese amigo no cumple la palabra dada a su vecino, crea desconfianza: “Ese tipo no cumple, no tiene palabra”; alejándolo así de todo vínculo y de la esperanza de poder compartir juntos un futuro proyecto de nación.
Esa palabra, como uno de nuestros valores perdidos y como patrimonio que era para los dominicanos, debemos rescatarla.
Señor Presidente, como el primero entre los iguales, su palabra hace eco en cada rincón de la nación. y en ella el pueblo espera encontrar ánimo en los momentos en que la Patria necesita a cada uno de sus hombres, consuelo en los momentos de dificultad, y esperanza en el desaliento. Pero sobre todas las cosas, el pueblo espera encontrar en sus palabras verdad. Porque el pueblo necesita confiar en usted.
Usted dijo en repetidas ocasiones que no se reelegiría; no necesitaba decirlo. Pero lo dijo.
Por el interés de la nación, debe respetar su palabra. Por encima de cualquier interés particular. Porque necesitamos volver a confiar.
No son cuatro anos mas lo que necesita este país, es un solo gesto de honestidad.
Es un solo buen ejemplo: que respete su palabra, Señor Presidente!